Dispone de un compartimento para el oxígeno y otro para administrar cualquier tipo de medicamento. Ideal para los hipocondríacos más recalcitrantes de la Gripe A.
¡Hola a todos! Cómo habréis notado, y si no ya os lo digo yo, llevo mucho, mucho tiempo sin escribir en esta humilde bitácora. Mis queridos amigos Rosa y Moeh junto a mi inseparable Tormento se han encargado de mantenerla con vida todo este tiempo que yo no he estado.
La razón: la vida, que es más sabia de lo que parece a simple vista, me ha dado un toque, porque ni se puede considerar colleja y me ha mandado una señal en forma de ictus (lo que viene siendo un infarto cerebral de toda la vida), pero muy, muy leve. De esos que sólo te queda dar gracias al que esté por arriba y que te permiten volver a ser la persona que eras en muy poco tiempo echándole un poco de constancia y ganas de seguir adelante.
El caso es que tras un tiempo (poco) en el hospital y haciendo todavía mucha rehabilitación ya estoy de nuevo de vuelta y con ganas de vivir la vida que es lo que importa. Aunque ahora escriba en esta bitácora con dos dedos ya lo haré más rápido en el futuro. Lo importante es empezar
Por último, y si me permitís un consejo de alguien que le ha visto las orejas al lobo muy, muy de cerca: salid, respirad, follad todo lo que podáis (si podéis), tomaros todas las cañas offline que podáis con los amigos, disfrutar de la vida y en definitiva haced feliz y preocuparos por la persona que os acompaña en el camino que es lo verdaderamente importante. Lo demás es simplemente dinero y supervivencia.
No sabéis cuanto me alegra poder estar aquí de nuevo con vosotros. Miles de abrazos y besos para todos y bienhallados, amigos…
Separados por miles y miles de kilómetros, chinos y españoles tenemos una costumbre común muy arraigada: las tapas.
Aunque las formas son diferentes muchas veces este tipo de alimentación sustituye a la tradicional comida o cena de mantel y cubierto. Mientras nosotros lo hacemos alrededor de unas cañitas o similares y dentro de un bar, ellos lo hacen en la calle (allí es muy casi imposible encontrar lo que tradicionalmente conocemos como bar) y normalmente a palo seco.
A poco que pasees por el centro de una ciudad de la República Popular, constantemente verás a un chino comiéndose un tentempié de diferentes formas y colores. Ensartan a modo de pincho moruno cualquier cosa, ya sea animal o vegetal, que sea susceptible de llevarse a la boca… y se lo comen.
Claro ejemplo de la oferta gastronómica que se ofrece a los clientes es el mercado nocturno de Donghuamen en pleno centro de Pekín. Junto a zumos, frutas y algún que otro manjar medianamente reconocible se alinean toda clase de bichos que no sabía ni que existían. Todo un reto para estómagos escrupulosos.
Y lástima que las cámaras de vídeo todavía no puedan grabar los olores…
Extensisima e interesante colección de horarios y etiquetas para las maletas de líneas aéreas. Esta es una de las cosas que con el tiempo y la ayuda de internet desaparecerá. Se puede ir observando la evolución del diseño a través de los años, ya que abarca desde principios del siglo pasado hasta nuestros días. Eso, las compañías que todavía siguen imprimiendo este tipo de folletos.
Lo que sí es de locos es recopilar imágenes de las bolsas que se usan en las diferentes compañías aéreas para vomitar en caso de mareo durante las temidas turbulencias.
Por cierto, en la web de Ink, que es la mayor editorial de este tipo de publicaciones, se encargan de recopilar más de 30 diferentes revistas completas de esas que te encuentras en el asiento del avión y ojeas cuando embarcas.
Light of Life Fundation. «El cáncer que más rápidamente se desarrolla entre las mujeres no es el que estás pensando. Pídele a tu médico que te revise el cuello en busca de cáncer de tiroides. Autor Eider Suso.
Últimamente, me he embarcado en más aviones de lo habitual. Y eso me ha recordado que ya sea un vuelo largo de 9 horas o uno más normalito de poco más de un rato, te tienes que enfrentar con algo casi peor que pasar medio día embutido dentro de un tubo de hierro a más de 10.000 metros de altura: los aeropuertos.
Estos conglomerados de pasillos, cemento y cristal se han convertido en monstruos de múltiples cabezas y brazos extensibles por los que circulan cientos de diminutos humanos en busca de un resquicio en la bestia para escapar y montarse en su avión o salir al mundo exterior.
Una vez que has llegado al control de accesos, te has identificado y has desnudado tu intimidad en una diminuta caja rectangular, cientos de posibilidades se abren ante tus ojos: pasillo a la derecha, pasillo a la izquierda o escaleras mecánicas al frente (cada una con sus consiguientes ramificaciones). Y eso, cuando no tienes que montarte en un trenecito que te lleve de una terminal a otra, aunque hayas accedido por la puerta correcta.
Ya dentro del avión, pero dentro del «espacio aeroportuario terrestre», normalmente tienes que añadir más de 15 minutos de paseo turístico por las pistas hasta que el aparato en el que te has metido llegue a cabecera y empiece a funcionar para lo que está diseñado: volar.
Repítase la operación una vez que se ha aterrizado y antes de abandonar de una puñetera vez el aeropuerto de la ciudad de destino.
Eso sí, todoarquitectocontemporáneo que se precie cuenta en su currículo con un aeropuerto. A mayor gloria de su ego y bolsillo, mal que les pese a sus sufridos usuarios
A este paso, ademár de twittear, se va a poder ver una temporada completa de Perdidos en un trayecto Madrid-Barcelona… eso si entre tanto diseño y «espacios abiertos» hubiera mucho más WiFi.
Quien llegue a la isla de Hong Kong en el ferry que la une con la parte continental podría pensar que debajo de los impresionantes rascacielos que la adornan (que no son más que un monumento de cemento y cristal a la codicia de unos cuantos que ahora pagamos todos nosotros), hay un inmenso parque temático del lujo donde las más reconocidas marcas de moda compiten por tener los espacios más exclusivos y los dólares honkoneses son plantas de crecimiento espontáneo.
Pero nada más alejado de la realidad. Unos metros (y digo metros) más allá aparece el Hong Kong de verdad. El de las personas que mantienen el sistema pero no se benefician de él. Gente de todas las nacionalidades, razas y colores se entremezclan en Cochrane Street intentando comer algo en alguno de los miles de puestos callejeros antes de volver al trabajo.
Lástima que los olores todavía no se puedan apreciar en un video…
Sigo emulando a Eduardo. Y de la colección «Viendo pasar gente», hoy traigo Pekín. Una tarde de domingo primaveral en Dazhaban Dajie, una de las calles comerciales más frecuentadas del viejo Pekín.
¿Qué hubiera pasado si Stanley Kubrick hubiera cambiado Parrish Island por Noreña y en vez de frágiles y tímidos soldados americanos hubiera elegido aguerridos marines asturianos para rodar La chaqueta metálica?