Malta es un lugar muy turístico pero con una larga y fascinante historia. En este pequeño archipiélago de aguas transparentes podemos encontrar templos megalíticos (3600 a 2500 a.C). No obstante, por allí han desembarcado y montado campamentos Fenicios, Griegos, Cartagineses, Romanos, Bizantinos y Árabes.
Más tarde, Napoleón conquistó las islas en 1798 y en 1814, y como parte del Tratado de París, Malta pasó a ser oficialmente parte del Imperio Británico. Estas islas desempeñaron un papel importante también en la Segunda Guerra Mundial.
Finalmente, Malta obtuvo la independencia el 21 de septiembre de 1964, actualmente es miembro de la Comunidad Europea.
El archipiélago está compuesto por tres islas habitadas, la mayor y principal Malta, Gozo y la pequeña Comino. Sorprende la poca distancia que hay entre un pueblo y otro que en muchos casos están pegados. La población total es de unos 400.000 habitantes.
Aunque las carreteras son muy malas y se conduce como en Inglaterra (esto es, por la derecha), recomiendo alquilar un coche ya que nos permitirá una mayor libertad.
Iniciaremos la ruta en La Valetta, Patrimonio de la Humanidad desde 1980. Recomiendo perderse por sus calles empinadas y llenas de Palacios. Hay que visitar el Grand Master’s Palace (Palacio del Gran Maestre), la Co-Catedral de St. John’s . En el oratorio se puede contemplar la obra maestra de Caravaggio “La decapitación de San Juan Bautista”. Además son destacables las tumbas de mármol que están en el suelo.
Un paseo que muy apetecible es bordear la muralla exterior de La Valetta. Desde allí, las vistas son excepcionales.
Cuando apriete el calor, lo mejor es tomarse un refrigerio con un típico pastizzi o qassatat en el clásico Caffe Cordina. Para el almuerzo o la cena, el antiguo restaurante Rubino o el moderno Ambrosia, son dos de los sitios más recomendables.
En la puerta de entrada a La Valetta podréis contemplar los vetustos y típicos autobuses de Malta junto con numerosas paradas que vendes todo tipo de panes y dulces.
Hay numerosos alojamientos, pero os suelen ser mejores los que están dentro de La Valetta, aunque sean más caros. Cuando se marchan las manadas de turistas es una ciudad muy tranquila y es el momento ideal para pasear relajado por sus calles.
Hay que dejarse llevar por Floriana, una zona muy tranquila a las puertas de La Valletta.
Mi buen amigo Ramón Lobo se ha ido a Afganistán a cubrir unas elecciones que nunca se celebraron. Además de escribir para el periódico y para su blog, ha tenido tiempo para grabar, a petición mía, un suspiro de la vida diaria de los habitantes de Kabul, su capital.
Pese a las noticias de violencia y desolación que nos llegan desde allí, la vida sigue y escenas que son habituales en casi todos los paises de la zona, también se pueden ver aquí: atascos, ruido, bullicio, polvo…
La calle del video es concretamente Broad Road en el barrio de Shahk-e-now, aunque en vez de llamarse «viendo pasar gente», bien podría llamarse «Viendo pasar coches».
Ivory Press es el típico sitio que está pensado para desanimar al visitante. No hay escaparate ni nada que indique que haya dentro algo de interés más allá de una oficina. Dos puertas blancas, con cristales opacos te retan a ver si tienes huevos para entrar en el santuario arty- intelectualopijolondinense que ha montando una mujer a la que envidio desde lo más profundo por ser el paradigma de la improductiva de Serrano versión hiperculta: Elena Ochoa a.k.a. Lady Foster.
Si me molestan los estadounideses por las pintas que hasta el tío mas rico se calza los fines de semana, más me molesta la actitud de los memos a sueldo (dos en este caso) que ponen en estas galerías, multiespacio-book shop de lujo. Un par de mileuristas que te miran pensando que ni tú eres digno de entrar en la casa del Señor ni ellos están allí ni para ayudarte ni para venderte nada ¡Total, la dueña es millonaria!
El primero me trató como una pordiosera con vaso del McDonalds que le estuviera pidiendo algo pa’ vino mientras me contestaba a la pregunta de como se accede a la sala de exposiciones. Gracias desde aquí a la amabilísima chica que me trató como un ser humano y además me dedicó una sonrisa encantadora. El segundo me ignoró casi tanto como le ignoré yo a él. Lo que no pude ignorar fue el impacto que me causó la obra de Michal Rovner que había ido a ver ¡Por fin alguien hace algo diferente con el videoarte, algo cálido, caligráfico, arqueológico, inquietante y que no consista en una loca despelujada en pleno ataque bipolar.
Y ahora los mensajes finales, que ando muy mesiánica. Lady Foster, aunque te la bufe, perdiste un par de ventas, modestas para lo que tú te gastas, porque de buen grado me habría llevado un par de obras, y no de las baratitas.
Y a los demás, un consejo: nunca seas amable en un sitio de estos, que te tratarán como al servicio.
Sin salir de la península, Bulnes es un lugar ideal para pasar unos días en plena naturaleza, haciendo senderismo por los picos que rodean este bello paraje de Asturias o simplemente leyendo un libro en alguno de sus verdes parajes.
Esta zona siempre ha estado relacionada con el montañismo y la escalada, sobre todo por el mítico Picu Urriellu (también conocido como Naranjo de Bulnes) de 2.510 metros. Para todos los que hemos practicado estos deportes Bulnes significa dificultad y un lugar referente para los amantes de la montaña.
He tenido la oportunidad de visitar el pueblo de Bulnes en diversas ocasiones, pero a diferencia de otras veces que siempre iba con prisas, esta vez he podido disfrutar de todo lo que ofrece, que es mucho.
Para llegar a Bulnes se debe ir por carretera hasta Arenas de Cabrales y allí hay que tomar la carretera dirección a Poncebos. Una vez allí, hay que tomar el Funicular de Bulnes, que sale cada 30 minutos y dura unos 7 en llegar a su destino. Hay que tener en cuenta los horarios ya que varían según la época del año.
Cachemira Rodeado de altas montañas, el espectacular Valle de Cachemira es un lugar único. Durante muchos años ha sido imposible visitarlo por los continuos atentados de las guerrillas musulmanas, aunque en los últimos años parece que hay cierta calma. Es muy recomendable informarse antes de viajar para evitar sorpresas desagradables.
Desde Amritsar no hay vuelos directos, así que para llegar allí deberemos regresar a Delhi y enlazar con el vuelo a Srinagar. Jet Airways realiza esta ruta.
Ya allí, la estampa del lago Dal, la joya de Srinagar y, de fondo las montañas Pir Panjal es majestuosa. Pasear por las tranquilas aguas del lago en una típica Shikara es todo un lujo. El mercado flotante de flores y verduras es un estallido de olores y colores.
Los jardines del Imperio Mogol es otro de los lugares a visitar en Srinagar. Uno de los mas bellos es el de Shalimar Bagh, construido por Nur Jahan. El de Nishat Bagh, el Cheshmashahi con su bello pabellón mogol o el Pari Mahal son otros de los destacados.
Desde Delhi nos dirigiremos en avión a Amritsar. Dos aerolíneas: Indian Airlines y Jet Airways enlazan estas dos ciudades varias veces al día.
Cuando llegamos a Amritsar en noviembre de 1982, nos encontramos el aeropuerto tomado por los tanques del ejercitó hindú. La ciudad estaba en estado de sitio con motivo de las revueltas de los independentistas Sij que causaron cientos de muertos en todo el pais y terminaron con el asalto al Templo Dorado por parte del ejército hindú (3 al 6 de junio de 1984). Como represalia a estos acontecimientos el 31 de octubre de 1984 fue asesinada la primera ministra Indira Gandhi por su propia guardia de seguridad Sij.
Amritsar, fundada en 1577, tiene mas de 1 millón de de habitantes y alberga el famoso Templo Dorado, máximo santuario del sijismo.
Nos alojamos en el Hotel Ritz, en donde su director tuvo la deferencia de invitarnos a una barbacoa en los jardines. Sorpresa fue que cuando llegamos solamente había una salchicha por persona, ya que la situación en la ciudad era caótica.
Separados por miles y miles de kilómetros, chinos y españoles tenemos una costumbre común muy arraigada: las tapas.
Aunque las formas son diferentes muchas veces este tipo de alimentación sustituye a la tradicional comida o cena de mantel y cubierto. Mientras nosotros lo hacemos alrededor de unas cañitas o similares y dentro de un bar, ellos lo hacen en la calle (allí es muy casi imposible encontrar lo que tradicionalmente conocemos como bar) y normalmente a palo seco.
A poco que pasees por el centro de una ciudad de la República Popular, constantemente verás a un chino comiéndose un tentempié de diferentes formas y colores. Ensartan a modo de pincho moruno cualquier cosa, ya sea animal o vegetal, que sea susceptible de llevarse a la boca… y se lo comen.
Claro ejemplo de la oferta gastronómica que se ofrece a los clientes es el mercado nocturno de Donghuamen en pleno centro de Pekín. Junto a zumos, frutas y algún que otro manjar medianamente reconocible se alinean toda clase de bichos que no sabía ni que existían. Todo un reto para estómagos escrupulosos.
Y lástima que las cámaras de vídeo todavía no puedan grabar los olores…
Últimamente, me he embarcado en más aviones de lo habitual. Y eso me ha recordado que ya sea un vuelo largo de 9 horas o uno más normalito de poco más de un rato, te tienes que enfrentar con algo casi peor que pasar medio día embutido dentro de un tubo de hierro a más de 10.000 metros de altura: los aeropuertos.
Estos conglomerados de pasillos, cemento y cristal se han convertido en monstruos de múltiples cabezas y brazos extensibles por los que circulan cientos de diminutos humanos en busca de un resquicio en la bestia para escapar y montarse en su avión o salir al mundo exterior.
Una vez que has llegado al control de accesos, te has identificado y has desnudado tu intimidad en una diminuta caja rectangular, cientos de posibilidades se abren ante tus ojos: pasillo a la derecha, pasillo a la izquierda o escaleras mecánicas al frente (cada una con sus consiguientes ramificaciones). Y eso, cuando no tienes que montarte en un trenecito que te lleve de una terminal a otra, aunque hayas accedido por la puerta correcta.
Ya dentro del avión, pero dentro del «espacio aeroportuario terrestre», normalmente tienes que añadir más de 15 minutos de paseo turístico por las pistas hasta que el aparato en el que te has metido llegue a cabecera y empiece a funcionar para lo que está diseñado: volar.
Repítase la operación una vez que se ha aterrizado y antes de abandonar de una puñetera vez el aeropuerto de la ciudad de destino.
Eso sí, todoarquitectocontemporáneo que se precie cuenta en su currículo con un aeropuerto. A mayor gloria de su ego y bolsillo, mal que les pese a sus sufridos usuarios
A este paso, ademár de twittear, se va a poder ver una temporada completa de Perdidos en un trayecto Madrid-Barcelona… eso si entre tanto diseño y «espacios abiertos» hubiera mucho más WiFi.
Quien llegue a la isla de Hong Kong en el ferry que la une con la parte continental podría pensar que debajo de los impresionantes rascacielos que la adornan (que no son más que un monumento de cemento y cristal a la codicia de unos cuantos que ahora pagamos todos nosotros), hay un inmenso parque temático del lujo donde las más reconocidas marcas de moda compiten por tener los espacios más exclusivos y los dólares honkoneses son plantas de crecimiento espontáneo.
Pero nada más alejado de la realidad. Unos metros (y digo metros) más allá aparece el Hong Kong de verdad. El de las personas que mantienen el sistema pero no se benefician de él. Gente de todas las nacionalidades, razas y colores se entremezclan en Cochrane Street intentando comer algo en alguno de los miles de puestos callejeros antes de volver al trabajo.
Lástima que los olores todavía no se puedan apreciar en un video…
Sigo emulando a Eduardo. Y de la colección «Viendo pasar gente», hoy traigo Pekín. Una tarde de domingo primaveral en Dazhaban Dajie, una de las calles comerciales más frecuentadas del viejo Pekín.