A. Buenas tardes.
B. Buenas tardes.
A. No me parece haberlo visto antes por aquí ¿Viene usted mucho?
B. Sólo en los fines del mundo y fiestas de guardar.
A. Pues ya me extraña que no me suene su cara pero, claro ¡Somos tantos!
B. Pues sí… Pues parece que va a llover.
A. Sí, y de la radioactiva ¡qué es la peor para el campo!
B. Ya, no le falta razón, pero mejor la lluvia ácida que no el meteorito de la última vez que me dejó los tomates agujereados como un acerico y no hubo manera de venderlos. Y, mire, que con la hambruna pensé que los podía colocar a buen precio, pero ya se sabe que los intermediarios se quedan con todo.
A. ¡Si es que no hay vergüenza ni en el fin del mundo! ¡Qué pena de humanidad!
B. Y que usted lo diga.
A. Y de angustia existencial ¿cómo anda?
B. Pues ahí andamos, se hace lo que se puede. No sé si voy a peor o a mejor. La vez de la invasión de los ultracuerpos me lo tome fatal, para que le voy a mentir. Es que soy muy escrupuloso para eso de compartir cuerpo, sabe ¡No vea cómo me pongo con mi esposa por usarme el cepillo de dientes! Cuando lo de la infección ésa como de la rabia perdí 10 kilos de tanto correr delante de los zombies, que para estar muertos corrían que se las pelaban.
A. ¡Bien que me acuerdo! ¡Se me quedó un tipo estupendo!
B. No, si para los cánones estéticos Auschwitz-Birkenau, esto del fin del mundo es una bendición, nos estamos quedando todos en el chasis. Pero no me diga que no echa de menos una buena siesta, de pijama y orinal, que no es plan esto de andar cada lunes y cada martes de alerta máxima en alerta máxima, que las criaturas nos alteramos con todo esto y no somos personas.
A. ¿Qué me va a decir? Si tengo a mi señora en un ¡ay!, con eso de que qué va a ser de los niños, carbonizados en una de éstas … que es lo que yo le digo, que mejor carbonizados que no radiados. Pero ella no le ve la ventaja ¡Fíjese! No hay quien entienda a las mujeres.
B. Pues llegados a este punto, si le digo la verdad, y puestos a morirse que se muera todo quisqui, de una vez y asunto arreglado, que da mucho fastidio ser el único en irse y dejar aquí a todo el mundo retozando como gorrino en pocilga. Llámeme egoistón, pero así lo veo yo.
A. Pues no lo había visto así…
B. Piense, piense, y verá que todo son ventajas….
A. Pues sí …
B. …Pues eso
A. …Ya le digo
B. … Si es que …
A. Sí, dígame.
B. …. Que esto de esperar el fin del mundo es como esas despedidas en el andén, sabe usted, en que hay una hora de partida y a uno le parece descortés irse antes que el tren. Se produce ese silencio incómodo que se rellena de frases protocolarias y recomendaciones maternales. Uno comprende en esos momentos, y perdóneme si me pongo a reflexionar en voz alta, que ante la falta de tiempo la inteligencia flaquea y sólo se dicen banalidades ante lo inevitable de la marcha.
A. Puede ser, y … ¿queda mucho para esto del fin del mundo?
B. Como unos quince minutos, poco más.
A. ¿Follamos?
B. … ¡Venga! Pero por no hacerle un feo ¿eh?
22 de diciembre de 2011 a las 18:37
Ay! como estoy ausente! me he perdido muchas cosas. Esto de «Relatos Tormentosos» me parece genial (bueno, solo he leido este, pero me pasaré a leer los demás que a mi Tormi siempre me hace reir.
Chiqui-Tormi, os deseo unas felices fiestas!.
Un Besazo!.