Publicado por Tormento el 3 de diciembre de 2011

–  ¿Llevas mucho rato esperándome? Es que el tráfico estaba fatal. Por cierto, tengo un huevo.

–  ¡Y yo una docena!  Si que te ha sentado mal el atasco, chata ¿Qué vas a tomar?

– No, no me quieres entender. No tengo un huevo de los que se fríen, sino de los que se crían.

– Que viene a ser lo mismo, si me permites que te de la réplica en esta conversación de besugos que estamos teniendo.

– No es igual, perdona. Yo no voy a freír mi huevo. Ni lo voy a pasar por agua, ni se lo voy a prestar a la vecina con una tacita de sal. Mi huevo es un huevo interior, de esos con XXY y mosca del vinagre. De esos de combustión lenta. Como en “Alien, el octavo pasajero”

– ¿La de Sigourney Weaver? Esas pelis tan antiguas ni me molesto en verlas. Creo que me la he dormido algún domingo de esos que no ponían por enésima vez a Nadal jugando contra Federer. Yo la que he visto es Alien versus Predator, un coñazo por cierto … Pero, no entiendo ¿te ha picado un bicho alienígena y estás incubando en tu cuerpo una cucaracha gigante?

– Pues algo parecido. Me ha picado Gerardo y estoy criando un cigoto que, a mis efectos, viene a ser la misma asquerosidad que tener un alien dentro. Desde que me lo han contado no he podido dejar de pensar en que algo repulsivo crece en mi interior. Según salía de la consulta del ginecólogo he empezado a sentirlo: un huevo transparente, sanguinolento y viscoso adherido al interior de mi útero, alojado dentro de mí sin mi permiso, como un repugnante parásito tropical. Me pregunto si cuando madure me estallará el vientre y saldrá corriendo a esconderse debajo del mueble de la tele dejando un reguero de babas. Toca, toca ¿no sientes como en este mismo momento, a través de su trompa, me chupa la sangre, me consume haciendo un ruidito de insecto aspirador? Me siento infectada, extrañada de mi cuerpo ¡quiero huir de él, dejarlo aquí con este huevo gorrón y oportunista! ¿Tienes un porro? No se me ocurre otra manera de desertar de este cuerpo extraño que drogarme o emborracharme. Aunque, ahora que lo pienso, si bebo lo suficiente durante el tiempo necesario a lo mejor consigo matar al huevo. Se secaría como una endrina y se desprendería de mi útero. Incluso, con un poco de suerte lo expulsaría en un apretón y me evitaría la visita al médico …..

–  ¿Y cómo vas a llamar al huevo?

–  Gerardo, por supuesto.


Deja un comentario

    Prensa

    Radio

    Televisión

    Internacional

    Bitácoras

    Recursos