O Sthendal era un cursi o yo soy una borrica.
Teniendo en cuenta que él es un escritor universal y yo una gacetillera de tres al cuarto, está claro que el es el que está en lo cierto y yo no. Me encantaría morir de un ataque de belleza, pero lo que Florencia me produce no es ni más ni menos que un ataque de horror estético.
Y eso que comienzo este post delante de la Venus de Botticelli, sucia y descolorida, en una sala heladora, horriblemente iluminada y llena de gente fea que se ha visto arrastrada como yo a este parque temático de presunta belleza llena de gente maleducada hasta el moño de turistas tan maleducados como ellos. Las diferencias de los Uffizi con una cadena de despiece de canales de ternera es … Ninguna!!!!
Ya llevo los suficientes años de visitas museisticas para distinguir un museo sacacuartos tercermundista de una galería decente: en los primeros las piezas, todas ellas excepcionales, se alinean con malas cartelas, mal iluminadas, hechas una pena. Se espera del visitante que se compre la guía o cotice por la audioguía, mientras carga con su paraguas, bolso, abrigo e iPad, porque no te dejan depositarlo en el guardarropa. Claro, es gratuito y no se debe abusar.
La Venus casi verde por la luz mira de lado cándida y triste a la espera de una administración decente que se gaste algo en bombillas.