Yo confieso que soy culpable de que en Roma no se pueda dar un paso, de que seres absurdos vestidos de gladiadores egomaniacos pongan cascos sudorosos a los turistas en la puerta del Coliseo para sacarles una foto y la pasta, de que me estafen los taxistas, de que no funcione la Visa justo cuando soy yo la que va a pagar.
Pensaba echarle la culpa a los turistas pero ¿y yo que soy? ¿un ser superiormente dotado que viaja pero no turistea? La respuesta es no (excepto en lo del ser superior). El mundo está descubierto, agostado, fotografiado hasta la nausea. Los recorridos son los mismos y nadie se resiste a no hacer el check list de los «monumentos que no puedes perderte» no vaya a ser que te pregunten a la vuelta.
Por mucho que me integre en el paisaje hasta cuando quiero ser diferente hago el turista. Así que yo y todos los que me precedieron, desde los aristócratas del Grand Tour, hasta los horteras del asco-tour, somos culpables de este desastres de seres en chanclas haciéndose fotos con gladiadores desarrapados.