Selección personal de artículos, anotaciones y comentarios sobre el mundo de la prensa y la comunicación encontrados en la red que aunque no sean necesariamente actuales, sí son de actualidad.
Dios premia al turista empollón con la sabiduría plena y le otorga el conocimiento que cabe en su guía. Bien está como senda iniciática si es que alguien es capaz de recordar algo de lo que le han contado o leído. Los habrá que tuesten la oreja a quien se deje, pero correrán el riesgo de que el que le escucha le espere a la vuelta de la esquina con su propio rollo y, lo que es peor, con su lista de sitios con encanto que sólo él y dos millones más de lectores del mismo suplemento semanal conocen.
Son las consecuencias perniciosas de las líneas de bajo coste y de la pérfida interné y su maligno Google.
Yo he tirado directamente la toalla: a estas alturas sé que me aburre soberanamente el arte sacro, que vibro poco con el Renacimiento y que los romanos para las películas de peplum. Así que no tengo esperanza alguna de cultivarme aunque sigo perseverando por si, de pronto, tras mucho dolor de pie, soy premiada con la iluminación.
Y así ha sido en una exposición de Caravaggio sin Caravaggio (¿tienen o no tienen huevos estos florentinos?) al descubrir a la pintora Artemisia Gentileschi. Su Judith cortándole la cabeza a Olofernes deja en pañales a Dexter. Para mi pobre gusto, lo más destacable de algo que debí dejar como asignatura pendiente.
Nota Bene: es que sólo las chonis han venido a Florencia?
Teniendo en cuenta que él es un escritor universal y yo una gacetillera de tres al cuarto, está claro que el es el que está en lo cierto y yo no. Me encantaría morir de un ataque de belleza, pero lo que Florencia me produce no es ni más ni menos que un ataque de horror estético.
Y eso que comienzo este post delante de la Venus de Botticelli, sucia y descolorida, en una sala heladora, horriblemente iluminada y llena de gente fea que se ha visto arrastrada como yo a este parque temático de presunta belleza llena de gente maleducada hasta el moño de turistas tan maleducados como ellos. Las diferencias de los Uffizi con una cadena de despiece de canales de ternera es … Ninguna!!!!
Ya llevo los suficientes años de visitas museisticas para distinguir un museo sacacuartos tercermundista de una galería decente: en los primeros las piezas, todas ellas excepcionales, se alinean con malas cartelas, mal iluminadas, hechas una pena. Se espera del visitante que se compre la guía o cotice por la audioguía, mientras carga con su paraguas, bolso, abrigo e iPad, porque no te dejan depositarlo en el guardarropa. Claro, es gratuito y no se debe abusar.
La Venus casi verde por la luz mira de lado cándida y triste a la espera de una administración decente que se gaste algo en bombillas.
He venido a Florencia en visita relámpago y desde que he pisado esa estación inhóspita en donde hay que pagar 1 euro por mear (hay más protección en los baños, con su torno y sus puertas de cristal accionables, que en los trenes) he decidido que aunque vengo para nada, esa nada se me va a hacer eterna.
Así que he decidido que como la eternidad es muy larga, es mejor que te huela bien… Y me he dado un homenaje, de los baratos, en la Farmacia de Santa Maria Novella. Y no la que hay en la estación de tren, sino la de Via del Scalla, 16, la que lleva elegantemente perfumándonos la vida desde 1612. La conoce todo el mundo así que no os estoy descubriendo nada. Espectacular entrada como de hotel de lujo y encantadoras vendedoras que soportan entre estoicas y vigilantes a los grupos de españoles asilvestrados que no han aprendido aún que nuestro natural gracejo a lo Los Serrano ni es natural ni tiene puta gracia fuera de nuestras fronteras…
En mi tránsito desde el odio a Roma hasta el total enamoramiento en el que me hallo en estos momentos, mucho tiene que ver mi 64.
A pesar de que siempre vaya petado, ora de diligentes trabajadores, ora de turistas aguerridos camino de San Pedro, ora de los dos, para mí el autobus 64 ha sido como mi madre, mi padre, mi patria…
Me ha cogido de noche del centro de Roma cuando mi estado era calamitoso y tenía los pies como almendras garrapiñadas; me ha llevado a trabajar unas veces en sentido este y otras en oeste, pero siempre evitándome las caminatas kilométricas que el sistema de metro de esta ciudad-parque-arqueológico me hubiera impuesto; me ha permitido quitarme de en medio y en un ratito las obligaciones turísticas de San Pedro/Piazza Navona/Panteón/Campo de Fiore; en fin, me ha dado la dignidad perdida después de hacer el turista.
La temporada «postconcilium trentino» ha llegado a De Ritis. Este año se llevan las casullas en tejidos orgánicos para evitar esa sudoración tan molesta de la castidad, con cortes amplios que mejoran la elevación de manos en el momento de la consagración. Las mitras han recortado su altura en consonancia con estos tiempos de crisis en que las iglesias no se pueden permitir pasar el plumero, evitando así esas molestas telas de araña que tanto afeaban este complemento que si duda es un must esta temporada.
Para evitar el total look, proponemos unos alegres estampados de la Sagrada Familia en punto de cruz que, combinados con un básico de temporada como la casulla verde esperanza, dan ese aspecto decontracté tan necesario para el acercamiento pastoral.
Nuestra línea femenina repite «clásico»: la chaqueta de punto gris con cremallera hasta la barbilla, que este año se reinventa en unos revolucionarios azul marino y negro. Un jersey llamado a convertirse en un must para el fondo de armario de la Sor actual.
Yo confieso que soy culpable de que en Roma no se pueda dar un paso, de que seres absurdos vestidos de gladiadores egomaniacos pongan cascos sudorosos a los turistas en la puerta del Coliseo para sacarles una foto y la pasta, de que me estafen los taxistas, de que no funcione la Visa justo cuando soy yo la que va a pagar.
Pensaba echarle la culpa a los turistas pero ¿y yo que soy? ¿un ser superiormente dotado que viaja pero no turistea? La respuesta es no (excepto en lo del ser superior). El mundo está descubierto, agostado, fotografiado hasta la nausea. Los recorridos son los mismos y nadie se resiste a no hacer el check list de los «monumentos que no puedes perderte» no vaya a ser que te pregunten a la vuelta.
Por mucho que me integre en el paisaje hasta cuando quiero ser diferente hago el turista. Así que yo y todos los que me precedieron, desde los aristócratas del Grand Tour, hasta los horteras del asco-tour, somos culpables de este desastres de seres en chanclas haciéndose fotos con gladiadores desarrapados.
A la espera de los nuevos textos de Tormento en Italia, aquí os traigo un avance (y nunca mejor dicho) del cinéma vérité que es el ver pasar gente «around the world».
Tormento, en su «World Tour» anual, está pasando unos días en Roma, y me ha enviado este bonito vídeo. Está grabado con su iPhone en la Via di Propaganda, calle que conduce directamente a la Piazza del Popolo, punto neurálgico de la capital italiana. Aunque parezca mentira, está grabado a las cinco de la tarde.