Con la llegada del fútbol televisado casi a diario y a casi a todas las cadenas (sólo falta que la Copa Municipal de Navahondilla la televise la cadena de Federico Jiménez Losantos), la proliferación de comentaristas con ínfulas, entrenadores en paro y ex-jugadores que quieren ser entrenadores se multiplica exponencialmente.
Lo de los comentaristas ya lo tengo descontado. Aunque Robinson y Martínez pequen (ojo, a mi juicio) de ser un poco culés, son los mejores con diferencia. Los demás, cada uno con su estilo tienen un común denominador todo ellos. Son demasiados histriónicos y solo sirven para alimentar la guerra entre la COPE y la SER y obligarnos a tener que elegir que emisora sintonizamos para no aguantarlos.
Y luego están los que no son profesionales del micrófono. Sus comentarios, en vez de ser instructivos y compartir un poco de la sabiduría que se les supone, están lleno de lugares comunes y frases hechas. Fundamentalmente, se dividen en dos: los ex-entrenadores, lógicamente en paro, que nunca hablan claro y son puñeteramente ambigüos («se están dejando la piel pero tienen mala suerte»), usan el condicional («si el arbitro hubiera pitado penalti…»), e intentan no herir a nadie, que nunca se sabe cuando pueden destituir a un compañero de profesión para ponerle a él.
Por último, los ex-jugadores. Salvo contadas y notables excepciones, Dios les concedió unas piernas estupendas para dar patadas a un balón pero todo lo que le dio de más en las extremidades inferiores, se lo quitó a la hora de hablar en público, micrófono mediante.
Creo que hubo un tiempo en el que Canal+ ofrecía la posibilidad de ver el partido escuchando tan solo el sonido ambiente del estadio. Sería una buena medida para ambas partes. Por un lado, la cadena se ahorraría un montón de costes (desplazamiento de los comentaristas, dietas, salarios…) y el espectador podría disfrutar de su espectáculo deportivo favorito sin tener que soportar a unos comentaristas haciendo constante autopromoción de la cadena y a unos invitados que además de tratar a los telespectadores como tontos también se creen que son ciegos.