Sigo con veneración los editoriales de Gaby Cañas en El País sobre el maldito tema este del velo islámico, el pañuelico de Doña Rogelia o las tocas de las monjas, que tanto me da una cosa que la otra. Gaby está siendo valiente al intentar poner orden entre tanto complejo de no ser moderno, tolerante y políticamente correcto ¡Cuanta sandez!
La cuestión de que las mujeres nos tapemos, nos convirtamos en un saco informe, para evitar convertirnos en la perdición de los hombres o en unas putas que deshonren a la familia, osea al pater, no es algo exclusivo de la religión musulmana, es algo que cualquiera que tenga un poco de memoria y catecismo en vena recordará perfectamente.
Mientras que el hombre (o sea, el varón) es sabio y templado, la mujer es la carne, el pecado y la lujuria. El hecho de pasar de la niñez a la pubertad nos convertía en un objeto inmediato de deseo y acababa con nuestra libertad de salir a pegar pedradas a nuestros amiguitos del barrio. Los padres empezaban a pensar como tíos y te hacían la vida imposible con la longitud de las faldas, las llamadas de novietes, los tacones, el exceso o el defecto de maquillaje y todo lo que otro macho de la manada pudiera interpretar como que «le dabas pie o te ponías a tiro».
Puede parecer que hablo del pleistoceno pero no hace tantos años ni tantos padres que éramos así. El mío lo era como el de todas mis compañeras de clase. Esta era y es una actitud claramente machista, que no se practica con los hombres de la casa, y que hunde sus raices en la idea de que nos «violan porque vamos provocando». Por eso, la mujer digna y decente española se vestía de monja para cumplir con los dictados de la santa iglesia romana cuando Franco vivía y nuestro estado era confesional.
En corto: las religiones son unas de las fuentes fundamentales del machismo, con modelos de mujeres sufrientes y sometidas. La libertad de conciencia no da cobertura al machismo aunque se disfrace de religión ¿o consentiríamos que los maridos cascaran a sus mujeres si lo dijera el evangelio?
No voy a entrar en el «Salvame» periodístico en el que se ha convertido la busca y captura de la mujer que se pone el pañuelo porque les da la gana. Personalmente entiendo que no hay voluntad libre cuando tu entorno es poco respetuoso con tu libertad y cuando hay una coacción soterrada y sútil de ser una mujer decente, aceptada por los varones de tu familia, integrada. Cualquiere conoce a esas mujeres españolas virtuosas que hacían del sometimiento no sólo el eje de su existencia, sino el estandarte con el que dar en la cabeza a las demás.
Me quedo, por significativa, con la frase de Yusra Dahsha en el EPS del domingo pasado, quien define intuitivamente lo que acabo de exponer: «El hiyab me iguala al hombre. He oído que una mujer es una melena bonita. Es repugnante ¿sólo me da valor mi pelo? Prefiero ir con mi velo y no ser un trozo de carne»
Yusra, de mujer a mujer, lo que te iguala a un hombre en derechos y oportunidades no es que te vistas de monja benedictina, sino la Constitución española y el estado de derecho. Lamento que los que te rodean sean tan cenutrios que sólo te vean como un cacho de carne con ojos. No te engañaré, gañán hay mucho suelto, pero la culpable de que sean unos gañanes no la tienes tú. Ni tú ni tu pelo sois el problema. Ellos son el problema y son ellos los que tienen que cambiar, no eres tú la que te tienes que esconder.
Y aquí acaba mi momento Ana Rosa.
20 de mayo de 2010 a las 17:20
Ole y Ole!!!
22 de mayo de 2010 a las 13:16
Fantástica reflexión, Tormento. ¿Y qué me dices del luto, esa forma post mortem de respeto al macho dominante?
23 de mayo de 2010 a las 11:42
Bueno…. el luto, y el alivio de luto… con sus códigos de colores para dejar claro los límites. Ese luto riguroso que sólo te dejaba salir de casa para ir a misa. Ese alivio de luto lila, que era una señal a los viudos del pueblo de que, en breve, estarías disponible ¡Y cuanta mujer/madre Bernarda Alba torturando a las mujeres de su familia porque a ellas las habían fastidiado antes!
El luto es la versión española de La letra escarlata, o quemar a las viudas en las piras funerarias de los maridos.
Me imagino que conoces ese peli de Manolo Summers La niña de luto (http://www.filmaffinity.com/es/film860463.htm). A la pobre la destrozan la vida porque cada vez que va a casarse se le muere un familiar y la vuelven a encerrar en casa ¡pobres mujeres de entonces!
Y aunque no me vuelva loca ver a las adolescentes enseñando la goma del tanga y llenas de piercings y tatuajes, estoy convencida de que es mejor que volver a eso. Como defenderé a muerte la libertad de expresión y de información aunque se use para dar cobertura a la analfabeta de Belén Esteban 😉
23 de mayo de 2010 a las 15:27
¡Amén!
27 de mayo de 2010 a las 16:40
Amén, suscribo todas tus palabras.
Un saludo
28 de mayo de 2010 a las 21:23
A mí este tema me tiene muy Ana Rosa antropológica también. LA verdad es que no puedo evitar ver el velo al mismo nivel que el tanga asomando, qué quieres que te diga. Códigos de vestimenta elegidos (más o menos) libremente. En el «más o menos» está la clave y ahí juega la cultura, la educación, el entorno. En fin, que de Ana Rosa nos vamos a Sánchez Dragó y de ahí no sé cómo saldremos…
Dicho en plan llano, que me da rabia que unas cosas las censuremos y otras no. O lo que sería ideal: NO CENSURAR NADA -siempre que no perjudique a quien lo lleva, y eso lo tendrá que decidir él/ella-. (¡Vaya chapa, por cierto!)
7 de junio de 2010 a las 17:04
muy bueno el articulo, Es bueno recordar que hasta no hace tanto tambien aqui pasaban esas cosas. Mujeres que se tienen que cubrir la cabeza para entrar en la iglesia por ejemplo, entre otras muchas.
lo de que es una decision personal es muy dudoso, ya que cuando se vive y educa desde que se nace en unas creencias muy arraigadas y que estan en todas las situaciones cotidianas, se acaba haciendo lo que se espera de ti no lo que realmente quieres. Esto no solo es pasa en el islam, casi en cualquier religion en la que se exige una constante devocion y practica pasa lo mismo.