Selección personal de artículos, anotaciones y comentarios sobre el mundo de la prensa y la comunicación encontrados en la red que aunque no sean necesariamente actuales, sí son de actualidad.
Un compañero de trabajo a la par que buen amigo, Gustavo, me ha regalado este video. Por obra y gracia de la tecnología me convierto en una especie de NewsMan encargado de devolver al planeta la fe en la información.
Ahora en serio, se trata de un viral realizado por la televisión pública sueca, la Radiotjänst Sweden que anima a pagar una «tasa» (unos 200 euros anuales por hogar) para que el medio sea totalmente independiente y no dependa de gobiernos o lobbys.
Está en sueco subtitulado al inglés, pero creo que el sentido de la película se entiende perfectamente.
De cómo meter la pata y no reconocerlo. Isabel Gemio mete la pata hasta el corvejón en su programa de radio entrevistando a un desconocido en vez de a un profesor de la Complutense y da mil vueltas para justificarse, haciendo que la excusa sea casi peor que la propia equivocación. Culpa de su error a su interlocutor, que, claro, es un impresentable. El audio ya está circulando por ese nido de maldad que es interné. Ojo al dato
Mi buen amigo Ramón Lobo se ha ido a Afganistán a cubrir unas elecciones que nunca se celebraron. Además de escribir para el periódico y para su blog, ha tenido tiempo para grabar, a petición mía, un suspiro de la vida diaria de los habitantes de Kabul, su capital.
Pese a las noticias de violencia y desolación que nos llegan desde allí, la vida sigue y escenas que son habituales en casi todos los paises de la zona, también se pueden ver aquí: atascos, ruido, bullicio, polvo…
La calle del video es concretamente Broad Road en el barrio de Shahk-e-now, aunque en vez de llamarse «viendo pasar gente», bien podría llamarse «Viendo pasar coches».
Selección personal de artículos, anotaciones y comentarios sobre el mundo de la prensa y la comunicación encontrados en la red que aunque no sean necesariamente actuales, sí son de actualidad.
El viernes al llegar a casa caí en la cama con un ataque de narcolepsia happy. Salí de mi cuerpo, sus cansancios, sus neuras y sus angustias y fui un tronco ronroneante ajeno al tiempo y al espacio. No recuerdo cuando fue la última vez en que estuve tan ajena a la realidad y, por ello, tan feliz. Debe ser algo similar a ese recuerdo mágico que algunos asocian a la infancia (yo no, ¡vaya etapa más inútil de la vida, por Diosss!) y que yo asocio a parar la máquina de pensar y sentir… pero sin morirse, que tampoco hay que llegar a esos extremos.
En esas etapas duras que pasamos todos, siempre he entendido que la gente se diese a la «drogaina» como medio para dejar el yo temporalmente, de salir de su vida y circunstancia, y convertirse en una nada flotante idiota y libre. Como he sido siempre una cagueta, me he pasado los malos ratos a pulso y conciencia, sin evitarme ni uno solo, que para eso me han educado en la inevitabilidad del sufrimiento perpetuo ¡Una alegría!
Pero si la vida te trae una borrasca del norte y un cansancio físico tan brutal que tu cuerpo se desconecta del ferreo control mental, no hay nada que evite que me convierta en un bulto que hiberna debajo de un edredón de IKEA.
Ese bulto feliz ya ha dejado paso de nuevo al neurótico sombrerero loco de Alicia que os informa que la cartelera está tan pelada como los árboles tras el vendaval que nos azota. No sé si es debido a que, como en la economía, estamos sufriendo con un año de retraso las consecuencias de la crisis y las huelgas, pero ya es triste que no haya ni una peli a la que ir a poner a parir.
Tengo pendiente el Prison Break español, pero es que estaba roncando.