Archivos del 16 de agosto de 2009

Publicado por Tormento el 16 de agosto de 2009

Enemigos públicosMientras unos señores vestidos de «mudanzas urbano» empujan una carroza con ruedines, mi Virgen, la chulapa y retrechera Virgen de la Paloma, sale en procesión rodeada de la retransmisión más surrealista de Telemadrid de los últimos milenios.

– Así que es usted castiza, castiza de pura cepa…
– Ay, sí, hija, aunque se me va el calcio…
– Preguntemos mejor a este bombero tan amable ¿sabe de dónde viene la tradición de que sean los bomberos los que descuelguen el cuadro de la Virgen?
– Ehhhh.. noooo, estoooo… mejor que se lo preguntes al mando…
– [el mando en cuestión] Pues… fue un tema ¿no? de lo que viene siendo la extracción del cuadro, pero hace mucho…

Si no fuera por Enemigos públicos, pensaría que mi vida sería mejor junto a una nevera de plastico en la playa de Benidorm.

En una ciudad que sobrevive con dificultad a un Alcalde topo y a una crisis económica de bigote – por mucho que nuestro gobierno se empeñe en vivir en Oz regalando teles a los que le hacen la pelota- algunos nos quedamos deseando que pase el calor para irnos de vacaciones, disfrutar de lo que queda de calle -que no es mucho- y vivir algún estreno memorable como el de esta hipnótica pelicula. Enemigos… no sólo es de una calidad visual impresionante (que decir de esos encuadres, de ese escena de Depp arrastrando lo que será el cadaver de su amigo en la huida de la cárcel), sino que es una buena película, que ¡vaya pena! se resiente al final. No es larga pero lo parece, y más si te tocan a lado dos adolescentes de rebajas (ellas y sus compras) que deberían haberse quedado en su casa comentando los insultos de la Campa and family dejando a las personas «decentes» ver esta cinta en santo silencio.

Depp está intenso, pero no pasado; Bale, en su tono psico pero contenido; Cotillard, mejor que hubieran elegido a otra, cuesta creer que Dillinger se enamore de semejante loro. Gran historia de ladrones de bancos en medio de los años duros de la Gran Depresión. Ahora, sin duda, tenemos menos glamour.

 

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