Presupuesto: 0 euros (¡que paga la Comunidad de Madrid!)
Ingredientes: un metrobús y un día entre semana para no escuchar chorradas de los visitantes domingueros.
Salía yo de una reunión en la que un avezado empresario español me introducía en el concepto de salario emocional (consistente en poner un microondas industrial y «pagar» a sus chicas con comida precocinada, con un importante ahorro en cheques de idem), cuando me topé con una expo con un título tan sugerente como adecuado: The missing peace. Díjeme yo: voy a pagarme un salario emocional y voy a entrar a ver si supero tanta tontería y recupero la paz interior (y la nariz de paso, perdida en medio de Plaza de Castilla convertida en el Everest).
Según entras un lejano «ohm» te pone los chacras a punto de nieve. La calefacción de la sala hace el resto para que vuelvas en tí. Hay mucho concepto y mucho arte conceptual y mucho rollo macabeo, pero sólo por ver el proceso de convertir chatarra hip-hopera en un cuenco de oraciones budista ya vale la pena el paseo (encima ahora que ya leo hiragana, le saco el doble de gracia a las cosas).
Mi otra ¿obra? favorita: un mándala musical de Ryūichi Sakamoto. Si no te gusta este mozo, al menos la combinación ruido, ruido de arena y movimiento tiene su gracia.
Todo muy zen.
Pd. Para los que no podáis verla en directo, aquí está el vídeo de la exposición
11 de febrero de 2009 a las 14:23
Pues me da la impresión de que debo ir en finde, por que será la hora, pero me da un sueño….
11 de febrero de 2009 a las 19:00
La paz perdida… ¡qué melancólico suena! Y no zen, necesariamente. Veré de echarle una ojeada, cuando vaya a Madrí. Habrá que saber dónde la «echan»…
28 de octubre de 2011 a las 23:29
te comprendo totalmente