¡Qué fiasco! El caballero oscuro es el paradigma de cómo vender un producto malo, desbaratado, fallido, mal parido. Llevamos soportando críticas laudatorias previo pago de su importe, promociones de gorras, camisetas y demás goodies de esta pelicula en un intento de convertirla en un pre-clásico, que es a lo cinematográfico lo que el doble tirabuzón con marcha atrás de la cosa olímpica: hacer de una película no estrenada una pre-obra maestra aclamada sólo por los pelotas y los en nómina.
Como a los del marketing directo, indirecto, viral y mediopensionista les parecía poco el empacho pseudo-informativo que nos traíamos, han decidido incorporarle la maldición de la momia. Al estilo Tutankamon, han hecho de Morgan Freeman un Howard Carter, de Heath Ledger un Lord Carnarvon moderno y de su «histriónico-hasta-el asco» Joker, un candidato al oscar. Leo en El País del miércoles un artículo innecesario sobre la fascinación por el malo «moderno» ¡hay que jorobarse! en el que se compara a este Joker chepudo de rimel corrido con ¡Hannibal Lecter! ¡Qué tendrá que ver mi Hannibal, refinado, con esta señora vieja repintada!
El guión es simplemente desastroso: la película tiene tres finales sucesivos que hace que el espectador desee haberse quedado en casa. Es el problema de contar con mucho dinero y con muchos buenos actores desaprovechados: en vez de tomar decisiones inteligentes frente a la escasez, te lo compras y te lo pones todo, como una nueva rica hortera llena de marcas y joyones. No se privan de nada: dilema del prisionero on the boat, teoría del caos y el orden y unos rehenes finales que no sabes de dónde han salido y, además, te importa un comino.
Una castaña sin paliativos. Estoy indignada ¿se me nota?