Hay una regla basica de la literatura: no se puede conseguir emoción con emoción. No puedes dar penita diciendo la penita que te das. Tienes que dar penita a través de una miríada de gestos, hechos y situaciones que transmitan pena sin caer en lo obvio. No es sencillo y estamos hartos de ver penas fallidas, amores ridículos y comedias sin gracia.
No es el caso de Wall-E. Wall-E es una película de amor, sin «necesidad de tener que decir nunca lo siento«; de la rutina post-apocaliptica, sin necesidad de tener un pastor aleman y un laboratorio biogenético en el sótano; de la obesa sociedad americana sin tener que supersize yourself; del consumo compulsivo y del bicho bola que, en vez de interectuar en vivo y en directo con el que tiene al lado, tira del «Tweety» para comentar la faena.
Wall-e no es sólo una gran película de Pixar, sino que es una gran película, a secas. No voy a hablar de la apabullante calidad técnica de esta cinta, porque es tal que te olvidas de ella y sólo te concentras en el personaje que han construido con Wall-e, que es más que la suma de los R2-D2 que le precedieron, más que los personajes del cine mudo a los que parece que le ha robado los gestos. Wall-e es una monada sin ser mono.
Desde que la vi voy por casa diciendo «waaaallllll-eee» con la esperanza de que alguien conteste «IIIIVVVVAAA» y seamos por siempre felices rodeados de crisis y destrucción.
Posdata: Qué sepáis que ésto es un preestreno, aunque Pixar no me haya invitado…
Actualización: Como buena profesional que necesita ver las cosas en la pantalla más grande posible, me he plantado en mi cine de siempre, lleno de niños grandes como yo y de familiares de los animadores españoles (se les reconoce porque se quedan al final de los títulos de crédito y señalan a la pantalla) para ver Wall-E de nuevo y en español (bueno, no hay mucha diferencia porque tampoco hay mucho diálogo). Me ratifico en mi crítica aunque ahora en vez de gritar Waaaall-Eeeee a diestro y siniestro, se me ha pegado a la meninge la musiquilla de Hello Dolly. Un desastre para mis familiares y amigos que han pedido asilo político en el Archipiélago Gulag con tal de no aguantarme. LLegad con tiempo para ver el estupendo corto y no tengáis prisa en iros y dadle dos minutillos a los títulos de crédito.