Como bien saben los cientos de lectores que tengo en el ancho y largo mundo, soy reacia a salir los fines de semana y los puentes. Creo que son como el verano: si tenemos algo molloso y poco atractivo, es el momento en que queda en evidencia. Sin embargo, arrastrada por una opípara comida en casa de Techu y un sol que dentro de dos semanas odiaré tanto como a las paquitas que no me dejan oír en el cine, me fui a cumplir con mi labor reporteril.
Para imbuirme en el feísmo relatado hice tiempo en la calle Preciados comprando el pintalabios que perdí en 88 minutos y viendo lo llena que estaba la calle de gente y lo vacío que estaba el Corte Inglés (crisis? what crisis?). Esa «total immersion» además me ha permitido solventar una duda que me tenía asaltada toda desde hacía tiempo: de donde salían los bolsos de Tous y Carolina Herrera que habían invadido los hombros de todas las usuarias del metro.
Un consejo, queridas amigas, de parte de mi madre: para que una copia pase por el bolso bueno -aparte de que el forro no sea de flores horteras- necesita que el resto de lo que llevas puesto parezca bueno, empezando por los zapatos. Esta regla se cumple rara vez, por lo que conviene gastarse en zapatos lo que se ahorra en bolso.
Tras contemplar el voy que te vengo de los subsaharianos en nómina de los chinos, me metí en el Callao, en donde se encontraban todas las paquitas de España con o sin marido de bolsillo, al reclamo de este ajado galán de cafetera llamado George Clooney. Ella es el partido tiene un incial momento vaca (he encontrado en ella mi alma gemela) que no es igualado a lo largo de la película, que pretende ser heredera de esas dos pedazo de películas que son «Luna nueva» y «Sucedió una noche«. Y eso es imposible. Porque si a George director y actor le fascina la época de sus mayores, cuando las mujeres eran o sofisticadas o fregonas, y los hombres destripaterrones o Cary Grant (¡cómo le sentaba el smoking a ese hombre!), donde había lujo de verdad y no la chapuza cara que hay ahora, tendría que abstenerse de hacer pelis de ese tipo. En estos tiempos de falsa igualdad y de inmediatez de lo tonto, esta pretensión es una contraditio in terminis.
La Zellweger cada vez más rara. Otro consejo de mi madre esta vez para ella: por muy escurrida que estés, si tienes cara de pan de hogaza lo único que conseguirás es que se te descuelgue por los lados.
Chim-pun.
8 de junio de 2008 a las 20:22
No me habia fijado en el cartel de esta peli, y el Sr. Whatelse junto a Miss Moflis, imita postura y sonrisamediolao del Sr.Grant que aparte de los smokings le sentaba bien toito.
Debo entender Miss Tormi, que esta peli es como un smoking con calcetines adaidas?*
Que bonito ese cine Callao que todavia mantiene el aire elegante de los edificios de antaño y lucen carteles en sus fachás que aunque la peli sea de imitacion, viste una jartá!
Ay!! si las Paquis imitasen tambien al nombre de este cine y estuviesen Callas!
*Otra cosa, las personas que lucian bien las imitaciones «autenticas» eran aquellas que vestian en una epoca esas camisetas deportivas en las que ponian «Adaidas» o incluso «Adelaidas» chandals «Naikis» (yo tenia uno) y Bolsos «Channel» en vez de las otras, esas, esas si que eran autenticas como la Agrado y no esas imitaciones tan casi perfectas de ahora y no pasaba ná.
Ay! se va el glamour de verbena y entran las mercadillo-victims mas Hiperbolicas, más efimeras, mas perifericas y poco emperifollas, ¿que fue de esos sarcillos margaritas?
Como te las apañas que me haces hablar de cosas que no tienen que ver con la peli!
(Se ve que hoy hablé poco y lo pago con las teclas)