Publicado por Tormento el 4 de mayo de 2008

88 minutosYo es que a Al Pacino y Robert De Niro hace años que los huyo. Lo siento, pero desde que Al hizo de ciego hiper-sobre-actuado en «Esencia de mujer» y Bob de psicópata-no-hay-manera-de-que- te-mueras en «El cabo del miedo«, no puedo con ellos. Me da igual que a Al le dieran un oscar por la mencionada película, o que Bob haya hecho algo decente entre medias. Verles en el reparto y salir trotando en dirección contraria, todo es uno.

¿Cómo acabé, pues, soltando 7 euracos y el impuesto revolucionario palomitil en 88 minutos? Por culpa del jefe. Que si quiero ver una de acción que no me comprometa a nada, que si esta misma, que yo prefiero una japonesa en versión original, uf,uf, que me da mucha pereza, pues vale, pero pagas tú.

Y ahí estaba yo, viendo la variedad de peli de psicópata relojero que tanto se lleva ahora, con un Al con unos pelos cardados a lo Sara Montiel, un moreno zaplanil y unas chaquetas de hombreras locomía de las que te hacen balancín sobre los hombros de echarse a llorar por el tiempo malgastado. Y en esto:
– ¿No tendrás a mano un ibuprofeno?
– Hombre, a manoooooo … ¿qué te pasa?
– Me están empezando a doler las muelas como su p… madre.
– Bueno, espera..

Y ahí que levanto la chaqueta, me pongo en los piños la cinta del casco de la moto mientras dejo con el pie la caja de palomitas para encontrar el bolso.

– A ver, esto de aquí son los ansiolíticos, estooo, el anticelulítico de después de las comidas tampocooooo, el relajante muscular para desencajarme la mandíbula, esto tampoco es. Aquí está, el ibuprofeno.

Y mientras le daba la pastilla, mi colección de cachumbos de arreglo chapa-pintura empezaron a rodar por la sala. Así que mientras seguía la peli, yo me tiré cual foca en caída libre, a buscar mis barras de labios por debajo de los asientos, con tan mala fortuna que en la caída se habian desparramado las capuchas por un lado y las barras por el otro.

Cuando levanté la cabeza, estaba Al abroncando a su psicópata de guardia en un patético intento, a los Hombres de Paco, de sacarle de sus casillas. Y yo me pregunto, mientras vuelvo a bucear entre los asientos del cine, por qué este hombre es incapaz de hacer una película sin dar gritos. Y cuando resurjo de las aguas, le pillo corriendo con el pelo como una capota «Tony Genil» y a punto de que le dé un infarto.

En fin, ni me molesto en contaros quien es el malo, sobre todo porque al final de la película te importa un pito mayormente. Más, sobre todo, si has perdido el Yves Saint Laurent Rose Etincelle como me ocurrio a mí.

Un drama, pero de los gordos.


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