Hay que reconocer que la llegada del euro hace ya unos cuantos años ha traido alguna que otra ventaja (vamos, concretamente una), que no todo iban a ser inconvenientes.
Y es que saliendo de la zona euro y a no ser que se viaje al Reino Unido o alguna zona donde reine la libra esterlina, todo nos va a parecer barato. Países tradicionalmente caros o directamente prohibitivos se han convertido de la noche a la mañana en destinos asequibles.
Uno de los más claros ejemplos de ésto es Japón. Antes, cuando alguien viajaba hasta allí, primero tenía que utilizar la extra de verano para comprar el billete y la de navidad como dinero de bolsillo para poder sobrevivir durante su estancia. Ahora no. Casi con el mismo presupuesto que podríamos tener para pasar una quincena de playa y sol en cualquier lugar de la costa española (vuelos aparte), se puede viajar a Tokio o Kioto y no tener que recurrir a la mochila y al chopped para poder sobrevivir sin dormir a las puertas de un templo sintoista.
Hoteles decentes, muy decentes en el centro de las ciudades por 70 euros (con WiFi gratis) o comer abundantemente por cinco o seis euros son muestra de que hay destinos que, aunque lejanos, están más cerca de lo que parece.
Eso sin hablar del caso de Estados Unidos, donde la fortaleza de nuestra moneda hace que vuelvan los tiempos del famoso «Give me two«.
Así que menos quejarse del euro y a aprovechar la única ventaja que tiene, porque casi sale más barato viajar que quedarse en casa.