Estoy en pleno debate interno, como si fuera un partido político unipersonal. Me pregunto si es bueno leer sobre las películas antes de ir a verlas. Hay un sector intectualizante que mantiene que la información ayuda a disfrutar más de la obra, a entenderla en sus matices; el sector unicejo manifiesta que tanta información se carga la sorpresa, la emoción nueva que la pelicula puede transmitirte, que no vale nada más que para ponerse intenso y justificar un coñazo de película en lugar de levantarse y pirarse. Como véis se trata de dos sectores irreconciliables.
Sólo debido a sendos y excelentes artículos de Guillermo Altares sobre Cuatro meses… y la situación de las mujeres rumanas que abortaban durante la dictadura de Ceausescu, me decidí a ir a ver una película que, a priori, tenía una pinta de coñazo de mucho cuidado. Rumana, de la dictadura, palma de oro en Cannes.. uy, uy, uyyyyy, yo ya no tengo edad para estas cosas. Pero había tenido hace poco un momento «La Clave» con amigos rumanos y me picaba la curiosidad.
Con todo este bagaje me planté en el cine, evité la tentación palomitil (el licuado requiere que parte de mi atención se dedique al proceso y quería todos mis sentidos alerta) y me senté dispuesta a tener la mejor opinión posible de la cinta. Mi sector gafapasta se pasó la película entera identificando los elementos que había procesado en la etapa pre-peli, disfrutando de su precisión, como si de un reloj lo más importante fuera su maquinaria y no que diese la hora. Mi otro sector, el boina a rosca, se preguntaba si esos silencios, esa cámara fija en la cena familiar, ese trotar por la noche en busca de donde tirar el feto que no se acababa nunca, serían soportables sin la tesis doctoral que me había encalomado antes de entrar. Vamos, que si me habría tragado ese tostón de primeras dadas. La conclusión es que no lo sé.
Cuatro meses … es una película menor en la historia del cine, aunque sea importante en la historia reciente de Rumanía. No le quito esa virtud, ni la calidad de los detalles, ni la valentía del tema, aunque, para ser sinceros, a partir de la cena en familia es un pestiño insufrible.