Publicado por Tormento el 26 de diciembre de 2007

Soy leyendaUna película no debería basar su éxito en la capacidad de sus productores para cerrar calles de Manhattan al tráfico o pagar a unos chicos para que diseñen vampiros-zombies practicantes parcour. Una película puede ser profunda, liviana, con ritmo lento, rápido o medio pensionista, pero debería, al menos, tener la capacidad de mantener tu atención el tiempo de su metraje.

Decir de Soy leyenda que lo mejor de la peli es Emma Thomson que sale de refilón al principio (si vas pillado de tiempo por la cola de las palomitas ni la ves), no deja al Principe de Bel-Air en muy buen lugar. Sobre todo porque es el prota absoluto, junto con un pastor alemán y los vampi-zombies digitales.  

Si es que es una penita. Entro en el cine y vivo un día de la marmota permanente, siempre viendo la misma película: que si para vestir a un santo infectamos a toda la humanidad; que si los infectados se convierten en zombies rabiosos comedores de carne humana (ummm… a que me suena esto); que si cerramos una ciudad y la dejamos vacía para que se vea que tenemos muchos medios (ummm… ¿a qué peli con zobies rabiosos y caníbales me recuerda esto?. ¡Amenábar, cuanto daño hiciste cerrando la Gran Vía en Abre los ojos); que si gracias a Dios y a sus enviados nos salvamos, panda de descreidos que se os deja el Quimicefa y hay que ver la que montáis.

Por si la falta de originalidad de esta adaptación no fuera de por si suficiente, encima la película tiene pretensiones: para demostrarnos lo triste que es estar solo en el mundo el director nos aburre hasta la extenuación.

Pobres niños los de hoy en día que les enchufan estos bodrios apocalípticos en Navidad. Nosotros al menos nos aburríamos con «La familia y uno más» y «Qué bello es vivir» ¡Vaya diferencia!.


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