[Swissmiss]
Dicen que una de las máximas de un periodista es no revelar las fuentes. Pero sería mala persona si no lo hiciera y me lo quedara para mí sólo y las miles de personas que ya la conocen.
Me refiero a Tina, una diseñadora suiza que vive en Nueva York, y que es la autora de Swissmiss, una bitácora de diseño, ecléctica, donde todo lo bueno cabe y se convierte en una fuente inagotable de inspiración.
Visita imprescindible, vaya. Sin más.
Tina Roth Eisenberg | Swissmiss
Si por algo me dio pena la final del Campeonato de Europa de baloncesto del domingo pasado, no fue por la derrota de los españoles, que tiene muchas más oportunidades de ganar lo que se propongan, si no por la nefasta retransmisión que hicieron los amigos del «buen rollito» y el colegueo de La Sexta.
Da igual que sea fútbol, baloncesto o la semifinal regional de Eurovisión, allá donde esté el hombre de la pajarita y el show business de Emilio Aragón & Cía, el resultado es el mismo.
Y es que Andrés Montes, al que ya me he referido en otras ocasiones, no puede retransmitir un partido como si estuviera hablando en la barra de un bar con sus colegas. Como no hayas seguido sus retransmisiones a las tantas de la madrugada no te enteraras que cuando nombra a «Mr. Catering» se refiere a Calderón o que un «pincho de merluza» es un tapón de los de toda la vida. Todo eso unido a la promoción de bebidas isotónicas, gritos, seguros varios, autopromociones constantes, risotadas y variadas anécdotas personales se me hace insufrible.
Del ínclito Willy, uno de esos reporteros «todoterreno» que vale para el Congreso, el fútbol o el tomate prefiero no opinar por si es constitutivo de delito (aunque no coincida con todos).
La guinda estuvo en los palcos VIP. Instalados en las mejores zonas del pabellón (sillones de Ikea incluidos), pudimos ver a personajes, personajillos y derivados dejándose ver (Bar Deportes hace una extensa recopilación). Esa beautiful people hacía que las cámaras estuvieran casi más pendientes de ellos que del juego, y que cada canasta de los nuestros fuera toda una oda al «Corazón, corazón«.
No, si al final voy a echar de menos a la televisión pública y a Pedro Barthe…