Se ponga Santi-chan como se ponga, es que no he tenido cuerpo para ir al cine este fin de semana. Cargada de valor me dije, ¡a ver la de Taratino –Death Proof– que los del EP3 le hacen una publicidad a todo trapo! Pero luego refexioné: mira que a ti las road-movies se te atragantan, que los cines de barrio con asiento churretoso a ti no te han gustado nunca, a ver si los referentes culturales, tipo «grindhouse«, «exploitation» y todo ese rollo, no tienen nada que ver con nuestro paralelo landismo y Paco Martínez Soria que es de lo que tu entiendes.
Acuérdate de que en «Kill Bill 2» casi te tienen que atar para que no quemases el cine. No, mejor «La Carta Esférica«. Uufffff, ¡que pereza!, el Pérez Reverte que siempre escribe los mismos personajes: protagonista rudo, solitario y un poco House, que en el fondo es leal y buena persona, encuentra mujer enigmática y al principio de fiar, a la que se tira, pero que en realidad es mala malísima y le traiciona. Por eso el buen hombre gruñón no cree en el amor. O sea, que Pérez Reverte se cuenta a sí mismo con mucho cariño (dudo que folle tanto). Entre la trama y la Sanchez Gijón que siempre está interpretando a Lope de Vega pero con mucha intensidad, me vi incapaz de entrar a ver esta peli tampoco.
Me quedaba una de amores de soltera con amigo gay, y etcétera, etcétera, y una china muy premiada pero que me queda fuera del circuito de mis cines. Va a ser que me termino el tocho de Harry Potter que no me cabe en el bolso y el lunes vuelvo al cole.
Me llegó con enorme puntualidad la edición de Scholastic del último libro de Potter que, al haberlo encargado en Amazon en febrero, me salió a la mitad de precio que la edición británica, para mi gusto menos cuidada que la americana aunque más transportable.
Nos enfrentamos a un desenlace y a la incapacidad de una autora de saber resumir. Sus libros son cada vez más largos y no se ve ningún motivo para que así sea. Parece que la Rowling ha practicado esto tan blogger de la conversación con sus lectores y creo que atender los deseos 2.0 no es lo más adecuado para una labor creativa de necesaria realización solitaria. Parece como si necesitara explicar y hacer cuadrar hasta el último detalle chorra de la serie, en demérito de una mejor narrativa, con un mejor hilo conductor y más sentido del humor. Por lo pronto le sobran las 300 primeras páginas y la batalla de Hogwarts que empieza bien, se alarga en exceso tanto que Voldemort acaba dando un poco de risa, al estilo Fu Manchú.
Voldemort, es el malo absoluto que recuerda a Hitler: de origen mestizo, pretende una raza de magos de sangre pura, depurando la sociedad de los que no cumplen este requisito que acaban huidos, exterminados o encarcelados. Igualico que Hitler medio judio promoviendo el Holocausto. Interesante el planteamiento político de un libro para adolescentes, en el que, además de prevenirles frente a los totalitarismos, nos demuestra como el ejercicio del poder oculto proporciona siempre más poder lleno de temor reverencial.