Si ya es duro de por sí ver mal cine, ver mal cine con mensaje ramplón saca la bestia que llevas dentro. Por lo menos la mía.
Y es que hay cosas que pasan de castaño oscuro. Una se pone en plan intensa y se va a ver cine «independiente» en versión original en tarde sahariana del mes de agosto para que te cuenten lo malos que son los ejecutivos americanos que nos venden hamburguesas con caca de vaca mientras explotan a los mexicanos que pasan a pata la frontera.
El ejecutivo no-tan-malo se va al matadero donde se producen todas las suelas de zapato cárnico que se comen en todo EEUU, le hacen la visita de colegio, no se queda convencido, conversa con un rudo vaquero que le explica como la caca llega en nuestro menu super big-big, y tras un encuentro con Bruce Willis que le cuenta lo que ya nos imaginábamos -estamos aquí para ganar dinero, el que quiera buena carne que no venga a nuestros restaurantes, y yo que tú me callaba que acabas de llegar a la empresa- decide hacer la vista gorda.
Hasta aquí una mala película que muere por su obviedad, vámonos a casa que esta gente se tiene que acostar. ¡Pero no! El director cree que tiene un mensaje que lanzar al mundo y que no nos ha quedado clara la perversidad del sistema y la película ¡continúa! con un comando de universitarios verdes que se saben de memoria todas las teorías conspirativas de las empresas americanas, con supervisor mexico-americano que abusa de su podercillo sobre las empleadas del matadero y accidente laboral incluido -que se veía venir desde el principio-. La escena pretendidamente profunda y metafórica en la que las vacas no quieren salir del redil, es para pedir una indemnización por daño emocional.
La película reserva como colofón de lo duro que es ser inmigrante en EEUU una visita al lado oscuro de la empresa cárnica: el matadero. Asqueroso como todos los mataderos del mundo desarrollado pero nada más. Si ya has visitado uno, la pelicula tiene la ventaja de ahorrarte el olor que es lo peor, pero no te aporta nada sobre lo que era el debate de fondo – por cierto ¿cuál era?-, a no ser que te quieras hacer vegetariano. Eso sin duda lo consigue.
En fin, que como no me devolvían el dinero y como, por no haber, no había ni anécdota que contar, me fuí a darme a la rica caña a la plaza de Santa Ana, más «guirilandia» que nunca, con inglesa pedo bailando con acordeonista desdentado, freaky pozí español intentando sacarse unas perrillas «imitando» a Michael Jackson, y reala de señoritas todas a juego vestidas de leopardo y abalorios de hueso de plástico con toda la pinta de ir de despedida de soltera. Menos formativo pero más entretenido.
5 de agosto de 2007 a las 12:29
mmm, como molan estos posts de cine…
Por cierto, tengo el libro, pero aún no he comenzado a leerlo. Típico. Os contaré.
5 de agosto de 2007 a las 23:08
y se habran gastado un dinerá en contratar a bruce, para tener gancho…
Por cierto, que bonita está la plaza en verano.
Saludos
(que desertica se esta quedando la globosfera en agosto)
5 de agosto de 2007 a las 23:09
incluso la blogosfera, quise decir.
6 de agosto de 2008 a las 20:49
[…] biogenético en el sótano; de la obesa sociedad americana sin tener que supersize yourself; del consumo compulsivo y del bicho bola que, en vez de interectuar en vivo y en directo con el que tiene al lado, tira del […]