La globalización es lo que tiene. Cualquier hecho que sea noticioso, acontecimiento o iniciativa local que en otros tiempos hubiera pasado desapercibido para el resto de los mortales, ahora puede llegar hasta el más remoto lugar del otro extremo de la tierra.
Y a eso tampoco es ajeno el mundo de la publicidad. Una buena campaña que haga una pequeña agencia de comunicación de Omán, por ejemplo, podrá ser vista en cuestión de minutos por cualquier persona en Nicaragua o Madagascar. Y eso hace que los conceptos, «ideas similares» o lo que vulgarmente llamamos plagios ya no sean conocidos únicamente por los profesionales del medio.
Pues de recopilar una ingente cantidad de ellos (más de 500) se encarga Coloribus Ad Mirror. Uno junto a otro. Es verdad que algunos de ellos están claramente cogidos por los pelos pero otros son realmente escandalosos. Los más exitosos están «repetidos» no una vez, sino dos, tres o cuatro.
Realmente merece la pena pasar un rato dándose un paseo. A lo mejor se te ocurre algo…
En sólo 300 años desde su fundación por Pedro el Grande, San Petersburgo ha logrado aportar a la cultura mundial un sinfín de artistas de la talla de Mendeleev, Malevich, Kandinsky, Stravinski, entre otros muchos. Pasear por sus calles y avenidas es como una lección de historia viva, edificios barrocos, neoclásicos, disfrutar de la colección de iconos del Museo Ruso, la escalinata del Jordán y las salas dedicadas a la pintura francesa de los siglos XIX y XX con obras de Monet, Degás, Picasso, Gauguin… del Museo del Hermitage, y como no, las fuentes del palacio de verano de Petrodvorets. Esto es solamente un aperitivo de una de las ciudades mas majestuosas del mundo.
Para poder viajar a la Federación Rusa es indispensable un visado que emite la Embajada de la Federación de Rusia en España (Madrid) o en el Consulado General de la Federación de Rusia en Barcelona. Si viajas organizado, la misma agencia os tramitará los visados, si viajas de forma individual deberás reservar un hotel y que te manden el “voucher” y la confirmación de recepción de turista extranjero (confirmation letter), este documento debe estar en ruso. Deberás rellenar un impreso y pegar una foto, además de ser imprescindible disponer de un seguro de viaje de unas compañías concretas. Con toda esta documentación y el pasaporte en vigor (debes tener dos páginas seguidas libres) se debe ir a la Embajada o Consulado de Rusia y tramitar el visado previo pago correspondiente. En unos días se debe ir a recoger el pasaporte. Tormento ya sabe lo que es eso…
Arreglado esto, llegamos al aeropuerto de San Petersburgo (Pulkovo-2) alrededor de las 22:30 a pleno sol, como si fueran las seis de la tarde en España. Durante estos meses se hace de noche entre la 1 y las 4 de la madrugada (noches blancas). En cuanto a sus gentes,lo que se dice simpáticos los rusos no lo son, más bien al contrario, beben cerveza y vodka a litros y cogen unas cogorzas de mucho cuidado. Por todos los rincones de la ciudad encuentras botellas vacías de cerveza.
Pasear por San Petersburgo es todo un espectáculo. Aunque eso sí, prepararos para andar mucho, la ciudad es inmensa. Hay poca gente que hable en inglés, todo está en alfabeto cirílico y coger el transporte público es una epopeya. Por ejemplo, el metro. En las estaciones que hay varias líneas, y dependiendo de la línea, cada estación tiene un nombre diferente.
Sí, sí, ya sé que queda mucho para las navidades y que todos las odiamos. Pero ¡¿cómo no?! si las pasamos con los cuñados y con los peces en el río, dale que te pego. Mientras, los estadounidenses compiten en la iluminación del reno y en el empaquetado de regalos, proporcionando las mejores bandas sonoras de todas las épocas del año.
Todo esto me vino a la cabeza ya hace algunas semanas viendo un episodio de House mientras sonaba de fondo una canción navideña marchosa de las que te reconcilian con la suegra. Y caí en lo que me gusta la música navideña norteamericana que deja en el lugar que le corresponde a nuestro ro-po-pom-pom.
Frente a una coquetuela Mariah Carey que nos dice que todo lo que necesita en Navidad somos nosotros, el angustias de Perales canta a un marinero tristísimo que, con navidades como las nuestras y actuaciones como las de Cañita Brava, o se tira por la borda o le da el coñazo a la familia en nochebuena enganchado al Prozac y a la sidra El Gaitero.
Y ¿qué comparación hay entre el Baby Please Come Home de U2 con el «Vuelve a casa vuelve..» de El Almendro, a ver? ¿ Y con la «versión» del «All I want…» perpetrada por las chicas de OT?
En fin, que aquí tenéis unos ejemplos para que juzguéis por vosotros mismos. Si alguien adivina de que planeta son las tres cosas que tiene al fondo a la izquierda Mariah le regalaremos las frutas confitadas que sobraron de la última cesta.
[El Pito Doble]
Quien podría pensar que una película realmente horrorosa como fue La liga de los hombres extraordinarios inspirara a una de las bitácoras más divertidas y originales de la blogosfera española.
Se trata de El Pito Doble, un blog coral donde Quatermain y sus secuaces derrochan ingenio, frescura y espontaneidad. Además, el fichaje, fusión mediante, de Garrafa del mítico Garrafablog, la ha hecho mejor aún si cabe. Por cierto, enorme lo de este hombre.
La lluvia en Wimbledon permitió, o mejor dicho, obligó a Canal Plus ha emitir una de las finales históricas de este prestigioso torneo de tenis entre Pete Sampras y Boris Becker. El partido, además de la belleza en sí del juego puso de manifiesto una diferencia que viéndola con la perspectiva del tiempo se hace mucho más evidente: cada vez se juega al tenis más despacio. Y no estoy hablando de los esfuerzos físicos que realizan en cada punto o de los pelotazos que sueltan los tenistas.
Me refiero a toda la parafernalia que realizan todos y cada uno de los tenistas entre punto y punto para poder tomar aliento y descansar un poco o, quien sabe, enseñar mejor la marca de la ropa que les patrocina. Antes, tan solo unos años atrás, perdían estrictamente el tiempo justo para que el partido tuviera ritmo. Terminado el punto anterior, se daban la vuelta, recogían las dos bolas que el recogepelotas les ofrecía y ¡ale! a jugar otra vez. No había tiempo para las filigranas.
Ahora, es desesperante ver como antes de cada uno de los puntos uno pide la toalla para secarme, otro (casi todos) quieren tres o cuatro pelotas antes de elegir cuidadosamente las dos que van a utilizar en ese preciso punto… Y eso cuando no andan ajustándose la gorra o subiéndose los calcetines independientemente de que el punto anterior haya sido un disputado y largo intercambio de zurriagazos o lo que es estrictamente saque y volea.
Por eso, cada vez que veo esto me pregunto que resultado tendría un partido entre Rafa Nadal contra, por ejemplo, el mejor Ivan Lend utilizando los avances actuales (raquetas, zapatillas…) pero jugando a la antigua usanza.
Aunque mis aventuras de Priscilla, la reina del desierto manchego, acreditan que me encuentro en Madrid, lo cierto es que nos dejamos inconclusa la aventura del barco en el Volga y la nueva Rusia.
Tras nuestros intentos de supervivencia en el Motorship Lenin y en el Moscú lleno de tiendas caras, pusimos rumbo a San Petersburgo. Ya nos habíamos informado de que lás únicas rutas de escape eran Yaroslav y Kostroma, sitios que nos sonaban a plan quinquenal y a gulag ruso. Optamos por Kostroma convencidos de que tenía aeropuerto. ¡Craso error! La pista de tierra apta para Tupolevs no lo era para mi delicado sistema nervioso. Así que la única opción era la vuelta por carretera que un optimista de la agencia que no había estado nunca allí consideró que cubriríamos en unas «cuatro horitas».
Pasamos montaditos en el barco por Uglich, Yaroslav y Kostroma y seguimos percibiendo las contradicciones de una sociedad llena de nuevos ricos y pobres que no se recuperaran jamás: puedes tomarte un café en un local de diseño en Yaroslav enfrente de un Mango inaccesible para la media de los rusos, como puedes encontrarte en los alrededores de los mercados mujeres mayores que venden plantas y flores arrancadas del campo. Su situación es tan precaria que te las ofrecen sin maceta, encajados en el culo de una botella de plástico o en una simple bolsa.
Pasé dos noches angustiada pensando ¿se acordarán de venir a por nosotros? Y se acordaron. Si algo he de destacar de los rusos es su seriedad cortante y su puntualidad británica. Las cuatro horitas se convirtieron en más de seis con tramos de carretera tan perjudicados que íbamos a 20 por hora con el convencimiento de que reventaríamos seguro las ruedas. Pasamos de casas cobertizo a los centros comerciales de las afueras de Moscú, que a la una de la mañana era una dama serena iluminada y espléndida.
Nos alojamos en el Metropol enfrente del Teatro Bolshoi, un lujazo art-decó que, tras las estrecheces del barco, nos supo a gloria. Al llegar ajados y sudorosos tuvimos un conato de enfrentamiento con unos guardaespaldas patibularios, con mirada Putin, que custodiaban la salida de sus protegidos del casino del hotel a un Hummer blanco limusina. Hay que decir que el Metropol es un conocido centro de negocios del «nuevo empresariado ruso».
Tras saludar a las pilinguis del hall y registrarnos, pasamos una noche reparadora en una habitación en la que me habría quedado descansando una semana. A la mañana siguiente desayunamos en un salón sacado del lujo de principios del siglo XX con una arpista impecablemente vestida de largo, con traje aguamarina, joyas y zapatos forrados en satén haciendo juego.
Y se acabó lo que se daba: trote al aeropuerto; escala en Milán; intervención de mis botellas de vodka; se me hincha la vena y me bebo a morro la botella antes de dejársela a la impotable del control; gresca y feliz regreso a Madrid con una tajada de espanto.