Archivos del 2 de julio de 2007

Publicado por Tormento el 2 de julio de 2007

Europride

El sábado, alentada por la incombustible y siempre encantadora Rosa, cumplí uno de mis sueños: montarme en una carroza del día del Orgullo Gay, no sólo por el rollo solidario (que también) sino por dar salida a una frustración que se me ha quedado clavaíta en el alma: ser gogó de jaula.

Cualquiera que haya sido soltera de larga duración antes o después ha acabado convirtiéndose en Mariliendre, apelativo nada cariñoso con el que Leopoldo Alas (Dios lo tenga en la gloria de a los que nadie lee) denominaba a la amiga heterosexual veinti-treinta que sale de marcha con amigos homosexuales de igual edad y con salida del armario previa. Antes de continuar, quiero lanzar un mensaje a las compañeras del metal de cualquier tendencia sexual: el machismo sigue existiendo y en el mundo gay no te quiero ni contar. Tanta musculoca, gladiadora y bigotuda no podía dejar de tener sus efectos. De ahí que algunos nos llamen Mariliendres y nos traten como a un mandril de compañía.

Pero volvamos al sábado. Nuestro objetivo era ser la sombra de la Jorja así que, yo vestida de malota y Rosa de niña buena, nos pasamos el día haciendo fotos y pretecnología recorriéndonos p’arriba y pa bajo todo Madrid y sus aledaños con unas camisetas rosas modelo Barbie entregadas por la organización que iban cantado nuestro orgullo.

Entre el calor, las caminatas y el barullo, llegamos a una carroza petada en donde había que matarse para tener un balconcillo, mientras el sol inmisericorde nos deshidrataba al ritmo que las provisiones de bebida desaparecían. Gracias a un compañero de altarcillo con meneo de cadera a lo Bronski Beat que se tiró de la carroza a comprar botellas de agua a un kiosko de helados, pudimos aguantar hasta que aquello se puso en marcha.

Diva, una transformista con físico de sumo y aspecto de hawaina inmensa iba a la proa mirándonos con la misma cara de asco que nos regaló a lo largo de la jornada. Debe pensar que la mudez acrecienta el glamour. Mientras en la calle los temáticos intentando hacerse famosos con los no-disfraces más singulares; los desnudos abanderados luciendo la bandera republicana; los invitados a las bodas de los Jerónimos (ellas, de largo; ellos, de pingüinos) bailando y haciéndose fotos con las carrozas al fondo y las oleadas de familias Carrefour que fueron a ver el espectáculo y pasear su aburrimiento, como al que tanto le da apuntarse al día de la bicicleta o a una paella para 5000 en la Plaza Mayor.

Nos bajamos de la carroza en marcha (en realidad yo me despeñé; desde aquí gracias al anónimo manifestante que evitó que me abriera la crisma) y llegamos al coche en un estado lamentable llenas de plumas, confeti y agujetas. Misión cumplida: Rosa documentó la transformación de la Jorja y yo me bailé todo el house que dio de sí la cosa hasta llegar a la Gran Vía (unas 5 horas). Allí dejé a mis compañeros de jaula, que dándonos besos en la distancia, continuaron como unos jabatos hasta Plaza de España.

A pesar de ver cumplido mi sueño, eché de menos a mi Paquito Clavel y los tiempos de la Xenon de los 90, tan auténticos, carpetovetónicos, valientes y posibilistas. Ya lo dije el otro día: la edad que no perdona.

 

    Prensa

    Radio

    Televisión

    Internacional

    Bitácoras

    Recursos