Aparte de la internet cotidiana, la que utilizamos todos los días, la de las páginas web, los servicios 2.0 y el correo electrónico, hay otra profunda e invisible por lo menos para mí. Y no, no me estoy refiriendo a esa oscura e inaccesible llena de bases de datos con infinidad de registros confidenciales, código malicioso o asuntos poco claros.
Hablo de la internet de esas personas que ya no son niños pero que tampoco son todavía adultos. La de algunos webchats, canales concretos del IRC o el mismo Messenger (que confieso que nunca he usado). La de los preadolescentes de 12 a 16 años que descubren este nuevo mundo virtual de luz y de color y que no tienen miedo a nada ni a nadie.
¿Y a qué viene esto?, pues viene a que dos entradas de esta bitácora, «Chatear sin instalar» y «Dora la exploradora«, han tenido un éxito arrollador si hacemos caso a los comentarios. Entre las dos suman casi 500 «aportaciones» de los lectores. La inmensa mayoría pertenecen a chicos y chicas de esta internet profunda que no saben ni como han llegado hasta aquí, ni quien les va a leer y ni siquiera se han leído la anotación que comentan. Tampoco el lenguaje y los modos que utilizan les favorece.
Eso sí, no dudan en dejar su dirección de correo electrónico, su número de teléfono móvil o la dirección de su casa si se tercia con tal de comunicarse con sus semejantes.
Un 99% de ellos ya los he eliminado. Menos unos pocos, los que no incluyen datos personales y además se refieren al asunto, los demás serán borrados a medida que lleguen. El problema es que en cientos de sitios no se borran con lo que todos esos datos están pululando por la red a disposición pública, con lo que eso conlleva…
Por ello, al igual que es normal decirle a los más jóvenes que no hablen con desconocidos, también sería muy beneficioso que aquellos que proporcionan las herramientas para conectarse realizasen una pequeña tarea de formación con los que empiezan a salir por la red. No estoy hablando de imponer regulaciones, censuras o zarandajas de este tipo. Tan sólo me refiero a las pequeñas normas básicas. Puro sentido común.
Como en la vida real, la virtual también tiene problemas y se trata de no ponérselo fácil a los «videntes» catastrofistas de siempre.