Aseo público
Vía | Recolectando ideas
Piedra, papel, tijera
Vía | No puedo creer…
Regalo para suegras
Vía | eBive
Canasta de papel
Vía | Coloribus (en inglés)
Zapatos convertibles
Vía | Compradicción
Muñecos hinchables
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Joyas pixeladas
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Coche Picasso
Vía | Neatorama (en inglés)
Florero bolsa
Vía | Monkeyzen
Cedés decorados
Vía | 86400
Archivos de junio de 2007
Viene de Las miniguías de Albert. Namibia I
Decidimos ir al corazón de Kaokoland (cerca de la frontera con Angola) para conocer in situ la tribu de los Himba. Aunque la mayoría de turistas visitan el cercano parque nacional Etosha, nosotros no fuimos ya que nuestro viaje continuaba hacia el Delta del Okawango y el parque nacional Chobe en Botsuana, dos de las zonas más espectaculares del mundo para ver fauna africana en su verdadero habitat.
Después de un buen almuerzo, iniciamos una larga ruta hasta llegar Opuwo, capital de Kaokoland en dónde es fácil ver a mujeres Himba comprar en el supermercado. Todas ellas se recubren el cuerpo con una mezcla de arcilla rojiza, manteca y yerbas para de esta forma protegerse del sol. Llevan mini falda de cuero y adornos hechos de conchas, metal y cuero. Sus peinados son muy curiosos, se hacen unas trenzas con la mezcla de arcilla y manteca y con adornos de cuero. Nosotros pudimos visitarlas en sus poblados.
Es un pueblo semi-nómada que vive de sus rebaños, pero su habitat y costumbres están cambiando. Desde la independencia de Namibia en 1990, se ha incrementado la afluencia de turistas, y con el dinero “fácil” que obtienen por las fotos que les hacen, los hombres compran alcohol. Así que es acosejable adquirir alimentos en la ciudad y ofrecerlos en lugar de dinero. Nosotros lo hicimos así y conseguimos un buen reportaje.
Cuando hicimos el viaje no era posible visitar la zona del Caprivi Este. Se trata de una zona espectacular y poco visitada, aunque muy peligrosa según nos comentaron. Además es un punto de acceso a Botsuana (Parque Nacional Chobe) y a Zimbabue (Cataratas Victoria).
Desde allí, iniciamos ya el regreso hacia Windhoek. El primer día llegamos a Twyfelfontein donde encontramos un gran galería de arte al aire libre de grabados en la roca. En esta zona habitan los Damaras y los Hereros. Tuvimos la oportunidad de visitar una escuela y a nuestro regreso a Barcelona les enviamos varias cajas con libros y material escolar que nunca llegamos a saber si lo han recibido.
La última noche la pasamos en Omaruru en un lodge de una antigua reserva de caza. Allí hicimos un pequeño safari fotográfico algo penoso ya que los animales parecía que eran de un asilo. En todos los viajes hay un día chungo y éste fue el nuestro.
Se trata de un viaje seguro, con buenos alojamientos y que recomiendo hacer de manera individual. Nosotros contactamos por Internet con Sense of Africa, una empresa local que nos organizó nuestra ruta. Un consejo final: si alquiláis un vehículo tened cuidado, ya que hay muchos accidentes en las pistas. Tienen rectas interminables donde no circula ni un alma pero están repletas de baches.
Viaje realizado en julio/agosto 2002
Sujetalibros Quote / Unquote. 89 dólares en unica Home.
Hace muchos años, en una galaxia muy lejana, andaba yo cariacontecida ante la evidencia de que, a pesar de mi juventud, la mortalidad era innegociable. De la bendita ignorancia me sacó Unamuno y Sartre, a los que desde entonces evito. A la vista de que mi ánimo era de lo más cochambroso, un día me compré un libro de Agatha Christie ¡bendita sea! y tras agotar todas las existencias de sus obras, me encontré recuperada.
Otro que tiene en mí el mismo efecto terapéutico es Andrea Camilleri que me ha descubierto el mundo del Comisario siciliano, Salvo Montalbano y me ha enganchado a su enorme y callado club de fans. En menos de un mes me he metido entre pecho y espalda El primer caso de Montalbano, La forma del agua, La voz del violín, La excursión a Tíndari, La nochevieja de Montalbano, Un giro decisivo, El miedo de Montalbano, y acabo de liquidar El olor de la noche.
El paisanaje de la imaginaria Vigata donde ejerce Montalbano es digno de Berlanga, incluido el telefonista disléxico Catarella, lleno a partes iguales de buenos sentimientos e incapacidad para abrir la puerta del Comisario sin tirar el reboque de la pared. Fazio y su complejo de registro civil; Mimi y su imposibilidad genética para mantenerse alejado de las mujeres; Adelina la asistenta gourmet con dos hijos en la cárcel; Livia, la novia eterna eternamente cabreada e Ingrid, la sueca espectacular casada con un italiano que calienta de vez en vez a nuestro Salvo componen, parcialmente, el mundo de Montalbano. Ése que no existiría sin el tabaco, los paseos por la playa, los salmonetes de la Trattoria Carlogero y la piedra plana al lado del faro.
Ése con el que me automedico.
Greenpeace. «Recicla papel, salva árboles». Agencia JWT, Filipinas.
Vía | Porsilasmoscas
Aparte de la internet cotidiana, la que utilizamos todos los días, la de las páginas web, los servicios 2.0 y el correo electrónico, hay otra profunda e invisible por lo menos para mí. Y no, no me estoy refiriendo a esa oscura e inaccesible llena de bases de datos con infinidad de registros confidenciales, código malicioso o asuntos poco claros.
Hablo de la internet de esas personas que ya no son niños pero que tampoco son todavía adultos. La de algunos webchats, canales concretos del IRC o el mismo Messenger (que confieso que nunca he usado). La de los preadolescentes de 12 a 16 años que descubren este nuevo mundo virtual de luz y de color y que no tienen miedo a nada ni a nadie.
¿Y a qué viene esto?, pues viene a que dos entradas de esta bitácora, «Chatear sin instalar» y «Dora la exploradora«, han tenido un éxito arrollador si hacemos caso a los comentarios. Entre las dos suman casi 500 «aportaciones» de los lectores. La inmensa mayoría pertenecen a chicos y chicas de esta internet profunda que no saben ni como han llegado hasta aquí, ni quien les va a leer y ni siquiera se han leído la anotación que comentan. Tampoco el lenguaje y los modos que utilizan les favorece.
Eso sí, no dudan en dejar su dirección de correo electrónico, su número de teléfono móvil o la dirección de su casa si se tercia con tal de comunicarse con sus semejantes.
Un 99% de ellos ya los he eliminado. Menos unos pocos, los que no incluyen datos personales y además se refieren al asunto, los demás serán borrados a medida que lleguen. El problema es que en cientos de sitios no se borran con lo que todos esos datos están pululando por la red a disposición pública, con lo que eso conlleva…
Por ello, al igual que es normal decirle a los más jóvenes que no hablen con desconocidos, también sería muy beneficioso que aquellos que proporcionan las herramientas para conectarse realizasen una pequeña tarea de formación con los que empiezan a salir por la red. No estoy hablando de imponer regulaciones, censuras o zarandajas de este tipo. Tan sólo me refiero a las pequeñas normas básicas. Puro sentido común.
Como en la vida real, la virtual también tiene problemas y se trata de no ponérselo fácil a los «videntes» catastrofistas de siempre.
Todos los habituales de Chiquiworld sabéis lo que me gusta la publicidad. Vamos, la buena publicidad. Por ello nace ChiquiAds, un repaso atemporal a todo aquello de bueno que tiene este mundo. La creatividad en todas sus expresiones. El mundo del consumismo y sus maneras de promocionalo en un clic. Y además, lo mejor de lo mejor me lo traigo para acá.
Pues lo dicho, tomad asiento, relajaros y disfrutad. Espero que os guste. Bienvenidos a todos.
A golpe de bostezo transatlántico, los cinéfilos de garrafón nos enfrentamos contritos a la cartelera cada viernes de guardar. Previamente los publicistas con la imaginación cada vez más mermada han colocado su producto a revistas de períodicos y semanales que nos tuestan las terminaciones nerviosas con frases como «la pareja con más química del cine español» o » si te reíste con la primera, te deshuevaras con la vigésimo quinta. No te pierdas las hilarantes aventuras de los piratas del caribe en el geriátrico de Shrek«.
Lo confieso, estoy como una abuela: noto los kilos en que he abandonado las camisetas de manga corta y los años en que cada vez me parece peor el cine que veo. Y el que me gusta, rara vez coincide con el del crítico modernero que confunde el buen cine con hacer unos coñazos de espanto. De esta manera, cual cayuco a la deriva, sin guía ni referente, al buen tuntún, me meto en el cine a sabiendas de que tanto las pelis independientes como las americanadas son unos tostones.
Así aparecen mezclados en mi maltrecho imaginario el niño de El Bola, en formato musculitos de barrio, con Clooney y sus impecables trajes grises al estilo Dean Martin. Tan pretenciosa y mala es una como la otra, con la diferencia de que, en la americana, conoces mundo y ves más macizos.
Me hice la de Ocean’s 13 rodeada de hordas de señoras viudas y matrimonios mayores, un sábado a las 7, tortitas con nata mediante. A la señora de atrás que no había visto las películas anteriores le fue poniendo en antecedentes la clásica amiga megáfono que hizo una interpretación libre para la radio que no sólo acabó con la escasa concentración que yo tenía sino que generó una confusión tal en su contorno, que a la salida buena parte de las espectadoras creían que George se acostaba con Al Pacino por culpa de que Brad se había negado a robarle unos diamantes. Lo que no entendían era a qué venía la rebelión en la fabrica de México, a lo que otra más informada contestó que esta película le recordaba a los cambios de escenario de Babel. Mi única reflexión fue que a Clooney o le habían puesto un entrenador personal que le había rebajado el culazo que tenía en El Buen Alemán, o es que el corte de los trajes era mejor.
En formato cuatro de la tarde de viernes, sufrí en silencio Ladrones, en la que se supone que teníamos que salir magnetizados por una historia inexistente, tipo «Al salir de clase» pero en pseudomacarrilla, con mucho tratamiento de imagen y mucha música elegida por un director esteta que no sabe que al cine no se va a ver video-clips. Tras una primera escena prometedora, la película nos deja a un par de adolescentes cañón, una con morbo lolita, y el otro con el del malote mirada caprina guapete de barrio, que no saben vocalizar. Son un par de voces pastosas diciendo un guión imbécil que encima no nos dan la escena de sexo a lo «Jamón jamón» que tanto prometían.
Y esto me lleva a la siguiente reflexión: no critiquemos el cine español por ser un plomazo, critiquémosle porque es un plomazo realizado a costa del contribuyente. Y ya que pago, que me pongan a Clooney y me desgraven al Bola, si no es mucho pedir.
Teclado con calefacción
Vía | Engadget Spanish
Abrecartas USB
Vía | Gizmología
Alfombra despertador
Vía | No puedo creer…
Impresora para madera
Vía | The U. Review (en inglés)
Catamarán hinchable
Vía | Diario del viajero
Spray antifotos
Vía | TecnoCHICA
Perchero imperdible
Vía | Sí, lo sé
Piedra, papel, tijera
Vía | Ounae
Lámpara flotante
Vía | fosfor gadgets (en inglés)
Bragas decoradas
Vía | Compradicción
Llegamos al aeropuerto internacional de Windhoek procedentes de la vecina Johannesburgo. Nos vino a recoger Nina Lampe, una joven de descendientes alemanes. Ella era nuestra guía y chofer. Una mujer que nos hacía sentir como tres enanitos ya que media casi dos metros.
Una de las cosas que a un europeo le sorprende al llegar a Namibia es que las grandes ciudades, como la capital Windhoek o Swakopmund, son como si uno estuviera en Munich. Calles, tiendas, bares, restaurantes y la mayoría de población de raza blanca.
Nada más llegar, nos dirigimos hacía la región del sur para visitar las dunas de Sossusvlei en Sesriem. Después de unas seis horas de viaje llegamos al lodge. Después de un dia agotador pudimos recuperarnos con una ducha y una cena bajo la luz de la luna. Probamos carne de cocodrilo, gacela y todo bicho raro viviente, o por lo menos esto era lo que decía el cocinero.
A la mañana siguiente fuimos a visitar las famosas dunas de Sossusvlei en el parque Nacional Nanib Mauklu.
Todo un espectáculo de colores y sombras. La duna más famosa es la número 45. No hay que perderse la experiencia de subir a una de estas montañas de unos 300 metros de altura y luego realizar un vertiginoso descenso. Tampoco hay que dejar de ver el Cañón Sesriem de un kilómetro de longitud, situado a la entrada del parque.
La mañana siguiente dejamos el lodge e iniciamos el viaje hacia la costa norte. Después de horas de viaje por el más puro desierto llegamos a Walvis Way, una población costera repleta de chalets. Es famosa por la industria pesquera, por su puerto y por los miles de pelícanos que se encuentran en sus aguas.
Seguimos ruta hasta llegar a Swakopmund, ciudad sin ningún encanto y con una apariencia 100% europea. Si queréis tomaros una buena cerveza alemana y salchichas es el lugar ideal. Aunque ya allí, no dejar de visitar la tienda Beter’s Antiques, un paraíso de piezas de calidad. A la mañana siguiente, seguimos la costa norte hasta llegar Henties Bay, una población costera que la verdad tampoco es ninguna maravilla. A pocos kilómetros se encuentra el Cape Cross (Reserva de focas). Hay entre 80.000 y 100.000 de estos animales, pero el olor es realmente nauseabundo.
Después de esta experiencia olfativa, pusimos rumbo al norte y entramos en el parque Costa de los esqueletos. El acceso al parque es algo tenebroso y si viajas por tu cuenta no olvides por nada del mundo llevar combustible suficiente y algo de provisiones. La carretera es una pista de sal totalmente recta en la que se pueden alcanzar velocidades altísimas. Por toda la costa se encuentran antiguos barcos embarrancados. Por fin, llegamos a nuestro lodge en Damaraland a última hora de la tarde.
Continuará…