Publicado por Tormento el 14 de mayo de 2007

Visado ruso

Viene de Desde Rusia con amor 

Llegamos. Tras dos intensas y largas horas de pie, a la espera de que un señor de la inmigración rusa nos mirara a la cara con indiferencia mientras un jovenzuelo corría arriba para abajo sin que ello aminorara la larga e inmóvil cola, pisé territorio ruso. Mis datos quedaron en los ordenadores de la seguridad interior por vigesimoquinta vez desde que planée este viaje. Y como en las veces anteriores, me llevé mi preceptivo sello y un papelito casi tan importante como el pasaporte con su visado de colores: mi tarjeta de inmigración.

Todo está pensado para desanimar al viajero habitual, ése que viaja por su cuenta o por motivo de negocios. Los que viajan con el cordón umblical de la agencia de viajes para visitar el Hermitage desconocen, ¡benditos ellos!, el tostón que es obtener el visado. Supongo que a ellos les esconden el precio del mismo y de los gastos de gestión en el paquete vacacional, lo que les convierte el pago del sellito y todo el via crucis de su obtención en un detalle burcrático sin importancia.

La cosa empieza, al menos, dos meses antes de salir. Hay que mandar a la empresa que nos recibe en Moscú una copia escaneada del pasaporte junto con un papelito en el que autorizamos a esa entidad a que nos cobre todo lo del mundo por adelantado y con una comisión del 2’9 % por pagar con Visa. Otro medio de pago está descartado. Si no vamos, se quedan con el 50% en concepto de cancelación. Todos pagamos, como es obvio, la semana antes de irnos. Entre estos gastos, el que más molesta es el de 75 euros por emisión de la carta de invitación (más la comisión por pagar con tarjeta) que luego resulta que no hace falta, pues en el consulado se habrían dado con un canto en los dientes con la reserva del barquito.

Llega la carta de invitación y la reserva en cirílico incomprensible. Ahora hay que ir al consulado con dos fotos y dos formularios en los que intentas poner lo mismo que en la carta cirílica de invitación. Pero no es tan sencillo: hay que pedir hora en un teléfono de pago 807 que te cuelgan varias veces antes de cogértelo para que empieces a cotizar. Como no es sencillo que te lo cojan y la media ponderada de gasto según la encuesta que hice en la cola del consulado era de entre 15 y 20 euros de colgamientos 807, ante el viajero se abren dos opciones: intentar que te lo gestione una agencia de viajes o tener la suerte de que acabes en una reunión con alguien que tiene contactos en la embajada. Yo tuve esta suerte y conseguí que me dieran hora.

Allí me planté dispuesta a entrar, pero ¡no! se espera en la acera hasta que un señor que habla español de manera aleatoria (o sea, cuando le da la gana) sale y dice tu número. Hay nervios, pues unos que estaban antes en la acera no estaban en la lista, y si no estás en la lista no entras, y tienes que empezar el rosario de llamadas al teléfono que siempre cuelga, y… te empiezas a sentir un amedrentado siervo de Putin. Gran agradecimiento, estoy en la lista. Dentro, una sala blindada con un gran espejo al fondo, los móviles no están permitidos. Cola larga y sólo atiende un amable diplomático, la primera sonrisa de la jornada. Si a nosotros nos marean no tratan mejor a sus súbditos que entran en unos ciclos burocraticos sin solución posible. Nos lo cuenta una rusa casada con cubano que nos hace de traductora. Parece que a la que está dando voces ante el cristal blindado le exigen que vaya a Rusia a conseguir un documento que necesita para salir de España e ir a Rusia.

Me toca el turno, me sobran papeles, me van a dar el premio a la solicitante de visado del año. Son 54 euros, menos mal que  no es urgente, porque entonces tendría que soltar casi 200. Pague en caja pero con tarjeta, que no admitimos efectivo.

Salgo aliviada. Vuelvo a la semana como la decana del visado: ya no espero en la calle, sonrio al de la puerta que, dentro ya, me cuela y me da el pasaporte con mi visado. Lo comunico a los organizadores. Me dicen que les mande escaneado el visado, para organizar mi salida del país.

Ya estoy dentro… ¿saldré?


5 comentarios a “Aquí todo lleva sello” Añade uno

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