Benditos vosotros que estáis de puente, porque vuestra será la ignorancia de todos los detalles del nacimiento real.
Vegetando estaba la buena tarde del domingo, cuando entre ida y vuelta al frigo, me asalta La Primera con un documental al estilo «Leonor, esa infanta». Gran revuelo y alharaca, que han ingresado a Letizia con zeta, como la conocían sus compis del Plus, en la clínica Ruber Internacional.
Media vuelta al bol de patatas fritas para rebañar las migas y, ¡paf! Dolce Vita-Salsa Rosa ha montado tremenda mesa de comentaristas expertos en el tema de los nasciturus reales, Peñafiel mediante. Ya nos ha nacido la infantona, vaya lata que no haya complicaciones en las que nos podamos regodear un ratito. Menos mal que se ha creado una gran polémica que nos permitirá rellenar unos minutejos de programa: la Casa Real no ha acreditado a la rueda de prensa a la revista Sorpresa ni a la agencia Korpa. ¡Cómo se atreven! Esto, bien estiradito, nos ha dado para un par de conexiones en directo, unas cuantas llamadas a los expertos de fuentes bien informadas y una comparecencia de una de las agencias no acreditadas en pleno ataque de Mccarthismo revenido.
En fin, un momento, compañeros, que sale el príncesito a decir lo de siempre: peso, talla, estado, bolsas de sangres reales para bancos de regios cordones umbilicales, somos muy felices, se llamará Sofía como mamá que viene del sepelio de Rostropovich, en cuanto al niño es pronto para saberlo, es igualita a la zampabollos de su hermana coja por culpa del Photoshop y el rey vendrá cuando le de la gana que para eso es muy campechano.
Con toda esta información ya tenemos para una semana entera de comentaristas reales: que si suda Felipe, que si está relajado el neonatólogo, que si las cuñadas se llevan de pena, que qué ilusión le ha hecho al público en el plató que se llame como la reina, tan cercana ella, que hay que ver que le pilla últimamente todo fuera como a Willy Fogg.
Que nadie se llame a engaño: a mi la monarquía – del juancarlismo no hablo- me parece una ranciez incompatible con la vida. Cualquier elemento innovador tipo princesa-periodista me parece insuficiente para dar colorcillo a una institución que muere por su propia esencia. Si esta institución se justifica por requerir toda una vida de estricta educación y sangre regia para el cargo, a ver como casa con que ahora se puede aprender con más de 30 años. Propongo que se sigan casando los rancios entre sí para ver si de una vez se nos cae la venda a los europeos y nos damos cuenta de lo insostenible que resulta tener jefes de estado sacados de la familia Von Trapp. Aunque los presidentes de República no sean menos rancios, el saber que les puedes botar cada cierto tiempo te da tranquilidad.
Ya lo aventuraba una amiga a cuento de la Letizia’s conection: «lo que me molesta no es que haya elegido a una plebeya, sino que no nos hubieran informado de que el cargo era por oposición. Si lo llego a saber me presento yo que soy más mona, hablo más idiomas y soy solterita, que tener ex-marido poeta, aparte de complicar el protocolo, es una horterada» -pido perdón el gremio de los poetas ex-maridos en su nombre-.
Yo que soy más bruta y con menos pretensiones (así me va) grité henchido el corazón Vive la Republique!