Según dicen, la prensa escrita tiene fecha de caducidad. Así lo aseguran docenas de análisis, informes y sesudos estudios de mercado que revelan que de aquí a unos cuantos años las páginas de los diarios serán meras piezas de coleccionistas.
Supongo que estos mismos comentarios eran los que hacían los gurús de la época cuando a mitades del siglo pasado la televisión se empezó a universalizar y las imágenes llegaban hasta el mismo salón de casa teniendo tan solo que apretar un botón para disfrutar de ella.
Sin embargo, la fulgurante aparición de un nuevo competidor más rápido y más directo si cabe que los restantes no hace que los periódicos pierdan los valores añadidos que los ha caracterizado hasta ahora.
Si queríamos enterarnos cuanto antes de lo que pasaba, ya teníamos la radio o la tele. Y cuando una información, que ya todo el mundo conoce, sale publicada en papel al día siguiente, tiene que aportar algo que no hayamos encontrado en otros medios. La opinión, la reflexión, la pausa, el periodismo lento… todavía no son moneda corriente de lo virtual. Y ése el principal valor añadido del papel.
Y ocurre que empieza a producirse la misma simbiosis que se produce cotidianamente entre los diferentes medios masivos de comunicación. Se alimentan entre sí.
Diariamente, estamos viendo como la red se nutre de los contenidos de que salen por las obsoletas rotativas. Basta con echar un vistazo a las portadas de los agregadores de noticias más populares (Digg, Menéame, Fresqui…) para apreciar que un elevado tanto por ciento de las noticias publicadas provienen de las ediciones digitales de medios de comunicación tradicionales.
Por otra parte, los periódicos se aprovechan de lo que la red genera (y ya no sólo de sus malas noticias). El caso más reciente es el asunto denunciado por Manuel Almeida en su estupenda bitácora Mangas Verdes y recogido por todos los medios (eso sí, en la inmensa mayoría sin citar la procedencia).
Será el mercado publicitario el que ponga a cada uno en su sitio, y ahí ya no se habla de formatos o soportes, sino de marcas.
Por tanto, yo creo que la prensa se volverá a inventar, sí, pero no desaparecerá. O eso espero…