Publicado por Tormento el 19 de marzo de 2007

La vida de los otrosLa Stasi, con una escalofriante precisión germánica, 100.000 empleados y 200.000 confidentes, perpetúo lo peor del carácter alemán hasta la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989. Protegiendo el estado comunista como antes habían protegido la pureza de sangre, los alemanes del este, a través de la Stasi, de manera metódica y científica en sus interrogatorios y análisis de personalidad, blindaron al estado de los subversivos.

Estudié alemán en Berlín, aunque no lo suficientemente bien como para que sea capaz ahora de decir ni jota en este idioma. De aquella estancia me quedan muchas experiencias impactantes: Berlín no es, o al menos no era, una ciudad que te dejara indiferente. Una de ellas se refería a mi profesora de alemán, berlinesa, que durante su adolescencia vivía en la zona rusa, al lado de uno de los puestos fronterizos que conectaban esta ciudad tras su ocupación y troceo al final de la II Guerra Mundial. Iba, junto con su hermana, todos los días a estudiar a la zona americana. Un día de 1961 estaba enferma y no fue. No volvió a ver a su hermana hasta 29 años después. Los rusos habían decidido levantar el muro y no dejaron volver a la gente a sus casas, ni en un sentido ni en el otro. Pasaron los años y se unió a un grupo de intelectuales que se reunían en Kreuzberg. Le faltó poco para visitar la sede de la Stasi detenida.

Cuando cayó el muro y se permitió que cualquiera consultara los archivos que la Stasi tenía sobre él, allí se plantó convencida de que habría mucha información sobre su etapa subversiva. No se equivocó, pero había mucha más de su época de adolescente que vivía al lado del muro: un relato completo de todos los días de su vida haciendo cosas cotidianas, escritas, visadas y revisadas. Los de la Stasi  no se fiaban ni de sus propios agentes.

La vida de los otros es esto y mucho más: es una excelente película, contenida pero expresiva, de cómo afectan los avatares políticos y personales a un triste pero íntegro capitán de la Stasi. También habla de la grisura de los estados omnipresentes, de las dos alemanias, una de ellas como sacada de un cuadro de Grosz tras una mutación postnuclear.

Una película buena, buena, buena, pero buena de verdad.


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