Publicado por Tormento el 4 de marzo de 2007

Cartas desde Iwo JimaLo prometido es deuda. Tan pronto estrenaron Cartas desde Iwo Jima me planté con mi cabas de Hello Kitty en el cine en versión original más próximo a mi casa y me la tragué en perfecto japonés.

Adelanto que ese día una Omaita me había dado el té con pastas así que mi percepción de la película se vió sin duda influida por mi estado de cabreo. Adelanto también que llevo con más resignación que la media de los mortales los ritmos lentos, las rarezas de los japoneses, los cambios de tonalidades a lo «Muerte en Venecia» y las películas de Kurosawa. De todo esto tiene la película, así que si os ponen un poco nerviosos cada uno de estos elementos por separado u os sacan de quicio si aparecen combinados, ni piséis el cine.

Como yo he sufrido mucho cine de autor lo llevé bastante bien. Lo que llevé fatal fue el intento de Clint Eastwood de humanizar a los japoneses a base de mimetizarlos en americanos. Empeñado en contar una obviedad -que la guerra es mala- y emperrado en explicar, igual que en «Banderas..«, que se lucha por los compañeros y no por un vago ideal de patria, Clint dibuja a unos japoneses individualistas, bonachones y un tanto Lazarillo de Tormes.

Mientras el superviviente protagonista juega al escaqueiting y Watanabe a general afiliado a Amnistia Internacional,  los soldados se hacen estallar con granadas de mano a falta de katanas o se convierten en minas anticarro humanas para reventar los tanques enemigos. Eso, los malos.

Eastwood, llevado por la clásica buena voluntad americana, cree que sólo se puede ser humano siendo occidental. Lo que parece no contemplar como posible es que la dureza de la educación japonesa les haga humanos de una manera diferente. Si no se sabe respetarla es mejor dejar que el ideal del japonés malvado siga siendo Toshiro Mifune.

Y yo sin mi respuesta.


5 comentarios a “Iwo Jima, mon amour” Añade uno

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