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Archivos de enero de 2007
Bottup, el nuevo proyecto de Christian, Dani y Pau ya está en la calle desde hoy. Una nueva apuesta por el periodismo ciudadano elaborado por tres jóvenes periodistas que derrochan entusiasmo.
En palabras de sus creadores: «Bottup es lo que ves a primera vista: un medio de comunicación online. En Bottup el visitante tiene la opción de convertirse en usuario, la opción de activarse y después, de interactuar con el resto. En Bottup no sólo puedes estar informado de los temas que realmente preocupan al ciudadano, sino que puedes ser tú mismo quien dé a conocerlos.»
Especial énfasis se hace por temas maltratados históricamente por los medios tradicionales como pueden ser internet, el cambio climático o el problema de la vivienda entre otros.
Tampoco descuidan el área formativa. En «La escuela» pretender dar respuesta por ejemplo a cómo grabar, editar y publicar correctamente un vídeo o cómo hacer fotografías que informen por sí mismas.
Suerte y éxito. Lo merecéis.
Tengo un amigo, Albert, que además de ser un tío estupendo, es un viajero incansable. Por motivos de trabajo está constantemente con la maleta preparada.
El otro día cenando nos contaba que en muchos de sus trasiegos fuera de Barcelona, que es donde vive, le gustaba salirse de la autopista para parar en pequeños pueblos y descubrir lo que el entorno le podía ofrecer en términos gastronómicos. Porque además de viajero es un redomado gourmet.
Así, nos decía que muchos de los alimentos que se comen en su casa ya nos los compraba en el mercado, sino por internet. Muchas de esas paradas en la cuneta de la carretera han dado su fruto, nunca mejor dicho, y ahora tiene una red de distribuidores por toda España y parte del extranjero mandándole a casa lo mejor de su producción.
Por poner un ejemplo, los Tomates Raf se los trae de El Alquián (Almería), las naranjas de Cullera, el aceite de Baena, el queso manchego de Cuenca, concretamente de Santa María del Campo Rus. Todo lo referente a patés y foie en Sant Martí Sapresa (Girona), las conservas de marisco de Carril en Pontevedra…
Después de comer y para hacer la digestión, un lujo: té de Darjeeling (India). «Aunque tiene un precio prohibitivo la calidad es excepcional. Nada que ver con lo que se encuentra en tiendas especializadas de nuestro país. Servicio rápido y con total garantía. Comprobado.»
Y si lo dice Albert…
Aesthétis Clinic. «Aumento de pecho», «eliminación permanente de vello», «remodelación de nalgas» y «tratamientos capilares». Agencia Leo Burnett, París.
Esto de la blogosfera es como los negocios de alimentación en una gran ciudad. Hay grandes hipermercados, redes de supermercados de tamaño medio y pequeñas tiendas de barrio.
En las grandes superficies se puede encontrar de todo. No cierran nunca y se anuncian por todas partes. Es donde normalmente se hacen las grandes compras para toda la semana o el mes. Sus ofertas y promociones marcan el ritmo a seguir por los demás. Por contra, está siempre lleno de gente y encontrar a primera vista lo que se busca es complicado. Además, el servicio de atención al cliente no siempre está a la altura.
En los supermercados, es un poco más de lo mismo, pero a menor escala. Las cajeras ya conocen a alguno de sus clientes y puedes encontrarte con algún vecino para hablar del tiempo o de lo caro que se está poniendo todo. Aquí también te regalan puntos por cada euro gastado.
Ya en las tiendas de barrio, los antiguos ultramarinos de toda la vida, la oferta no es muy numerosa, aunque siempre de calidad. Además, tampoco los precios son los más bajos. Pero aquí, todo el mundo se conoce por su nombre y el trato es personalizado. Se puede entrar sin tener que llevar las llaves del coche, el DNI o móvil y si los yogures han salido malos se cambian sin problemas.
El asunto es que este modesto negocio familiar cumple un año en el barrio. Esperamos seguir siendo ese pequeño colmado donde encontréis la leche, el pan o el bote de fabada cuando no os apetezca moveros de casa.
Por eso, de parte de Tormento y Chiqui, muchas gracias a todos por comprar aquí.
Vajilla de fiesta
Vía | Coolest gadgets (en inglés)
Compresas personalizadas
Vía | No puedo creer…
Publicidad de divorcio
Vía | 86400
Hotel con ruedas
Vía | BajoCoste.com
Maquillador virtual
Vía | Blog de Blumex
Kit de aventura amorosa
Vía | Sensory impact (en inglés)
Tijeras pelagambas
Vía | Directo al paladar
Muñeca anoréxica
Vía | Sí, lo sé
eCarrito de la compra
Vía | La Giga
Chupete dispensamedicinas
Vía | Cool tools (en inglés)
Viene de Cady Candy
Aunque muchos traducen otaku por nerd, o esos raros aislados conectados permanentemente a Internet, esta figura en Japón tiene unas connotaciones impregnadas por la peculiar escala de deberes nipona. Y por un elemento esencial de su moral: la vergüenza.
En cualquier disciplina japonesa no se espera que se alcance el arte, que es un estado liberador reservado para unos pocos en donde saltarse las reglas está permitido. Sí se exige, en cambio, un conocimiento total y una dedicación devota orientada a alcanzar la maestría.
No es aceptable hacer lo que se pueda; hay que hacer lo que se deba. Y en esa exigencia sin tregua, un millón de jóvenes, mayoritariamente tokiotas, tiran la toalla y se encierran en su habitación negándose a salir. Son los llamados Hikikomori. No se comunican con la familia que, avergonzados, en lugar de tirar la puerta abajo, le alimentan y le dejan en la puerta los paquetes de los encargos que hace por Internet. A los amigos les dirán que han mandado al hijo a estudiar fuera.
Sólo una formación como esta hace posible que existan señoritas en los Depato (centros comerciales) que, tras diez horas, sigan haciendo una reverencia fresca y sonriente mientras te despiden, con su gorrito, sus tacones y sus impecables guantes blancos, a la puerta de los ascensores. Sonríen, dan las gracias y hacen una reverencia, y lo hacen con orgullo y perfección sin traslucir el cansancio ni el aburrimiento.
No son felices, pero hacen lo que deben.
+ info | Crazy Japan!
Fedex. «Tarde es tan bueno como nunca». Agencia AlmapBBDO, Sao Paulo.
Vía | evasèe
Muchas veces, mientras vegeto viendo un programa de televisión, no puedo evitar fijarme en las personas que están rellenando como público los platós de las televisiones, que aplauden cuando se les dice y bailan los politonos como si les fuera la vida en ello. Además, miran de reojo a la cámara y se dan codazos cuando aparecen en pantalla.
Siempre me hago la misma pregunta… ¿Y de dónde sale toda esa gente? Físicamente hablando, la mayoría sale de la Plaza de Castilla, que es donde les recoge un autobusito y les lleva de gira a los diferentes platós de cada televisión. Unos cuantos euros (entre seis y doce), unos bocadillos y ¡ale!… a pasar el rato la mar de entretenidos.
Según sea la temática del programa, así colocan a la gente. Programa de salud, como Saber vivir, toca gente mayor en las primeras filas. Los de muchas vísceras y periodismo de telefonillo, tipo Dolce vita y similares, gente de mediana edad con ganas de ver en directo a cualificados profesionales de la talla de Lydia Lozano & Cía (por cierto, impagable el decálogo de los fans de María Patiño). A la gente joven la reservan para espacios de lágrima fácil, estilo El diario de Patricia (atención, a cualquier cosa lo llaman ahora «blog«).
Hay verdaderos profesionales del tema. Los que aprovechan el tiempo, pueden ir a primera hora a una sesión doble, tentempié en el intermedio incluido (Saber vivir y Por la mañana), y por la tarde hacerse un «A tu lado» o parecido. Si le quedan fuerzas, Noche Hache o Buenafuente (éste más difícil, hay que irse a Barcelona) estarán esperando para hacerle un hueco.
Aunque de todas formas, sigo preguntándome… ¿de dónde sale esa gente?
Hoy el soldado de nuestro oficio no investiga en busca de la verdad, sino con el fin de hallar acontecimientos sensacionales que puedan aparecer entre los títulos principales de su medio. Ryszard Kapuscinsky. Periodista
Vía | Por si las moscas