M-40 Madrid. 08.30 de la mañana. El atasco de todos los días. En la radio, Francino sigue contando las mismas noticias de todos los días, el mismo sueño de todos los días…
Distraido, miras por el espejo retrovisor y a lo lejos, ves un coche que se te acerca por el arcén a velocidad considerable. Normalmente, se trata de un coche grande (un Audi, BMW todoterreno o similar). Cuando el arcén está a punto de acabarse, y aprovechando el despiste generalizado, vuelve a meterse de nuevo en el carril del que no debía haber salido y se te pega al culo. Es el único que tiene prisa de todos los que estamos ahí.
Los demás estamos en la carretera para molestarle y no tenemos nada que hacer. Que nosotros también tengamos prisa y debamos ir a trabajar a él (porque la inmensa mayoría suelen ser hombres) no le importa. El tiene asuntos mucho más importantes que resolver que el comercial de Teléfonica de su lado o la secretaría de dirección de dos coches más allá. Además, cuando te adelanta y tú le miras para recriminárselo, se vuelve con cara de odio y a la mínima te enseña el índice en señal de respeto (sic). Vamos, resumiendo te dice: «Te jodes, te adelanto porque yo lo valgo».
Lástima de un policía por la zona o unas chinchetas en el arcén… Lo siento, pero esa actitud me saca de mis casillas… En fin, sólo quería desahogarme.